Jorge, un testimonio obrero y cristiano
en la Nissan
Hoy el alma se nos ha caído al suelo cuando la empresa, después de chantajearnos durante meses, nos han anunciado el cierre de nuestros puestos de trabajo. Después de dejarnos la piel durante tantos años, de congelaciones salariales, de recortes de derechos, de trabajadores despedidos, hoy nos pagan con una traición.
He ido contemplando como poco a poco les cambiaba el semblante a mis compañeros, de la esperanza al dolor y más tarde a la rabia. Siempre creímos sus mentiras, aceptamos los sacrificios que nos pidieron y su pago fueron 30 monedas de plata.
Con la mirada fría, como la de un verdugo, ni ha pestañeado, ni tan siquiera ha pensado en las 25.000 familias que hay detrás, sólo les ha importado sus beneficios.
Me suena el móvil y con voz alterada, mi hija me dice que el abuelo (al cual tuvimos que sacar de la residencia deprisa y corriendo porque se nos moría con covid19 y al cual mi ángel de la guarda, mi mujer, no dudó en encerrarse con él, arriesgando su propia vida), está pegando a Lorena, su cuidadora, ataques de la demencia. Así que tengo que dejar a mis compañeros quemando neumáticos, al grito de “si esto no se arregla, guerra, guerra, guerra“, a toda prisa.
Por el camino de vuelta a casa, es cuando recuerdo tus palabras de hace un año aproximadamente. Al igual que ya hiciste con Simón, me preguntaste:
- Jorge, ¿tú me amas?
- Con todo mi corazón, Señor.
- Pues se fuerte ¿podrás?
- Y yo, todo valiente… lo que me eches.
Cuántas veces me creí un apóstol, un discípulo ejemplar, tonto de mí, iluso. Vanidoso. En estos dos meses, no te mentiré, he sufrido, he llorado y he padecido, hasta que, perdido, me volviste a preguntar:
- ¿no decías que me amabas? Pues confía en mí.
¡¡¡Cuánto me pesa mi cruz!!! Y me acordé de ti, en el Gólgota, llevabas no una cruz, llevabas todas nuestras cruces. Cristo nos invitó a coger la cruz y a seguirle, no a tener miedo a la vida y tumbarnos a esperar. Cuando caemos, nos levantamos, pedimos perdón y corregimos nuestro rumbo.
Señor, quiero lo que tú quieras, cojo mi cruz y te sigo… que dulce es ahora. Para nosotros los cristianos obreros, la vida no es para sentarse y esperar a que Dios nos solucione todo el problema con milagros, sino empezar a hacerlo ya nosotros… luchando.
Paz en Cristo
Jorge Pérez
Militante de la ACO-Acción Católica Obrera
28 de mayo de 2020
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada