Comunicado de las XXV Jornadas Generales de Pastoral Obrera
Con el objetivo de conmemorar el XXV aniversario de la publicación del documento de la Conferencia Episcopal Española La Pastoral Obrera de toda la Iglesia, hacer balance del camino que se ha recorrido, y concretar el proceso a seguir en la misión de la Pastoral Obrera en el mundo del trabajo y en la Iglesia hoy, se han celebrado las XXV Jornadas Generales, en El Escorial, del 29 de noviembre al 1 de diciembre de 2019, presididos por Monseñor Antonio Algora, obispo responsable del Departamento de Pastoral Obrera, con asistencia de Luis Manuel Romero, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (CEAS) y participación de más de 150 personas de más de 34 diócesis.
Acogemos con agradecimiento esta historia de fidelidad evangélica y presencia samaritana en el mundo del trabajo. Nuestra celebración y nuestra misión quieren ser, como dice el papa Francisco, “memoriosa”, por eso lo primero ha de ser el agradecimiento a hombres y mujeres que desde su compromiso de fe han decidido a lo largo de estos años acompañar la vida del mundo obrero. Este es el punto de partida. En las vidas entregadas de tantos militantes junto a sacerdotes, religiosos, obispos, reconocemos agradecidos el don del amor y la misericordia de Dios para todos, especialmente para quienes son víctimas de la precariedad, el empobrecimiento y la deshumanización que sigue sufriendo, también hoy, el mundo obrero y del trabajo.
Hoy se ha intensificado y se recrudece esta situación de inhumanidad. Los retos de la nueva revolución industrial y de la robotización del empleo, siguen reclamando la presencia de la Iglesia. Reconocemos el trabajo como lugar humano, como lugar eclesial, como lugar teologal, y por eso el trabajo humano como principio de vida ha de seguir estando en el centro de la misión de toda la Iglesia. La iniciativa “Iglesia por el Trabajo Decente” fruto de este camino recorrido, manifiesta la necesidad de seguir siendo Iglesia en el mundo obrero, y nos pide una apuesta decidida por el trabajo decente, también al interior de la Iglesia, como exigencia de la fe.
Para poder realizar nuestra misión eclesial, es necesario afrontar el reto que la individualización en la vida personal y social, supone para la dignidad de la persona. Es necesario construir un proyecto de humanización con todos los trabajadores y trabajadoras que plante cara a la desigualdad y el empobrecimiento creciente, aportando el valor y el sentido del trabajo como principio de vida:
Somos urgidos a vivir una nueva etapa evangelizadora, que proclame que el trabajo es para la vida, que reclame un trabajo decente que permita construir una sociedad humana; que denuncie las agresiones normalizadas e invisibilizadas de la siniestralidad laboral; que plante cara a la inequidad que genera violencia, y para ello hemos de posibilitar el nacimiento de un nuevo orden económico y social, donde junto a la lucha contra la pobreza y sus causas, contra la precariedad vital, seamos capaces de cambiar personal y globalmente nuestra relación con la creación, porque convertimos nuestras prácticas cotidianas y nuestros estilos de vida.
Para ello hemos acordado poner en marcha un proceso sinodal de mirada a la realidad, que ponga rostro a esta situación, desde el que habremos de concretar, junto a nuestros obispos, las respuestas pastorales que como Iglesia estamos llamados a ofrecer.
Somos urgidos por el amor de Cristo, a acompañar como Iglesia la vida las trabajadoras y trabajadores empobrecidos, a generar una nueva manera de pensar, sentir y vivir; una nueva mentalidad que haga que las instituciones vuelvan a estar al servicio de las personas y de sus necesidades humanas y, para ello, somos enviados a construir otra manera de vivir con nuestro testimonio.
El Escorial, 1 de diciembre de 2019. Primer domingo de Adviento