Los que llegan a Melilla son “los supervivientes”, la mayoría muere por el camino
Director del CETI de Melilla: “El camino hasta la valla es un crudo proceso de selección natural”
La “valla” de Melilla es un sistema de valla triple reforzado con cuchillas y alambradas
Irene López, 30 de
noviembre de 2013 a
las 15:45
(Irene López Alonso, enviada especial a Melilla)-
El problema no son sólo las cuchillas.
La valla de Melilla es un complejo sistema de seguridad que pensaríamos
infranqueable si no supiéramos que muchos lo han logrado traspasar: Una reja de
seis metros de altura coronada por dos metros más de valla abatible
(incorporada a principios del verano pasado por el Gobierno), de manera que, si
un inmigrante logra trepar los primeros seis metros, al llegar a la parte más
alta de la valla su propio mecanismo le empuja hacia abajo. Un macabro reflejo
de la condena de Sísifo, obligado a cargar de nuevo con la piedra una vez
coronaba la cumbre.
Además,
las polémicas concertinas (alambradas en
espiral con pequeñas cuchillas afiladas) están repartidas a
distintas alturas por toda la longitud de la valla. A la mitad o incluso a ras
de suelo, estas cuchillas, que se pueden distinguir porque relucen con el sol,
son sin embargo camufladas por la maraña de alambradas que hay entre valla y
valla.
Y
es que, aunque se hable de valla (en singular), la frontera que divide
Marruecos y Melilla es en realidad un sistema
de valla triple, atravesado por hierros con los que se pretende
herir a los inmigrantes que logran saltar la primera verja.
"Cuando
uno cae entre valla y valla, rápidamente llegan los militares marroquíes y lo
apresan", explica Francisco Salvador, de la Asociación melillense Amigos por la Solidaridad.
Todo el perímetro de seguridad está vigilado por
cámaras, y todavía hay tramos donde se puede ver a los
operario colocando las cuchillas por orden del Ministerio del Interior de
España, pero del lado marroquí de la frontera.
Los supervivientes
Tras
ver de cerca la valla y después de que un militar marroquí nos dijera desde
detrás de la alambrada que no se puede fotografiar en la "zona de
seguridad", nos desplazamos unos metros hasta el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes
(CETI) de Melilla, donde se encuentran "los supervivientes". Los que
han conseguido atravesar la valla y entrar a España. En su puerta, los
inmigrantes magrebíes y subsaharianos pueden ver, detrás de los alambres, el monte donde estuvieron malviviendo hasta
poder cruzar la valla.
"Estamos
sobrepasados", nos cuenta Carlos Montero, el director del centro,
"pero prefiero que entren apretados a
que estén durmiendo en la calle".
Carlos Montero es un militar retirado, pero no lo
parece. Lo encontramos en su despacho rodeado de una multitud
de niños del CETI, que juegan con su ordenador y revuelven sus cosas
descontroladamente, pidiéndole caramelos o echándole los brazos para que les
coja.
Había
concertado una cita con el Padre Ángel para enseñarle el centro, y mientras
caminamos por las instalaciones de esa micro
ciudad, sus habitantes le saludan con cariño.
Vemos
mujeres lavando y tendiendo ropa,
niños correteando por las calles de ese pequeño pueblo, argelinos viendo la
televisión en el comedor común o charlando entre ellos como cualquier grupo de
vecinos.
Montero
nos enseña los almacenes donde guardan todos los productos con los que surten a
los residentes del CETI (jabón y demás productos de higiene, mantas,
utensilios, ropita de bebé), y nos cuenta que los
163 niños del centro están escolarizados.
A
pesar de que el CETI alberga en estos momentos al doble de su aforo, sus habitantes pueden salir y entrar libremente,
reciben tres comidas al día y viven dignamente en pequeñas habitaciones
compartidas. El que menos, tiene una litera en uno de los últimos módulos que
han tenido que ampliar urgentemente, para evitar que faltaran camas de cara al
invierno.
La crueldad de Darwin
Un
grupo de subsaharianos estaba pintando la silueta de África en una de las
paredes del CETI cuando Carlos Montero nos llevó a ver la enfermería. Allí, una
doctora cubana nos contó que las principales enfermedades de los residentes del
CETI son la tuberculosis y el Sida. "Pero aún así tienen una salud de
hierro", nos explicó la médico. Y el director del centro aclaró: "Hasta aquí sólo llegan los más fuertes. El camino
hasta la valla es un crudo proceso de selección natural".
Y
es que la valla, en realidad, es tan sólo la
última etapa de la terrible odisea de los inmigrantes, que abandonan
su país teniendo que atravesar otros muchos. Si son subsaharianos tienen que
cruzar también el desierto, sobrevivir a las tormentas, burlar muchas otras
fronteras, y finalmente soportar los palos de la policía de Marruecos cuando
llegan al monte Gurugú.
Y
ni siquiera eso es garantía de nada: En el último
salto masivo a la valla, cuando todavía no habían sido colocadas las
cuchillas, un hombre murió al caer desde los ocho metros de altura.
La
dolorosa realidad es que los que llegan hasta Melilla son "los
fuertes", los supervivientes. La mayoría
se queda atrás, sepultada por la ignominia.