DIGNIDAD Y ESPERANZA EN EL
MUNDO DEL TRABAJO
Los días 15 y 16 de noviembre, el
Departamento de Pastoral Obrera, presidido por Mons. Antonio Algora Hernando,
nos ha convocado en Madrid a la Iglesia que peregrina en España en medio de la
vida del mundo obrero, para celebrar las XX Jornadas Generales de Pastoral
Obrera. Este año bajo el lema: “A los veinte años de la pastoral obrera de
toda la Iglesia. Dignidad y Esperanza en el mundo del trabajo”.
Hemos acudido a esa convocatoria más de
ciento cincuenta personas de 37 diócesis, con el objetivo de profundizar desde
las experiencias compartidas, y desde la reflexión y la oración común, en:
• La acción de gracias por el camino
evangelizador recorrido en el mundo obrero a lo largo de estos últimos veinte
años
• La propuesta del Evangelio como alegría y
esperanza para nuestros hermanos ante la nueva configuración del trabajo humano
• La presencia eclesial y la tarea
evangelizadora en el mundo del trabajo que estamos llamados a seguir
realizando.
Nos han acompañado militantes de los
movimientos apostólicos, religiosos y religiosas presentes en el mundo obrero;
hemos contado también con las palabras de aliento de Mons. Carlos Osoro,
Arzobispo de Madrid.
Iluminados por las reflexiones de los
distintos ponentes, empujados por la fuerza del Espíritu, hemos dado gracias al
Padre por la riqueza del camino recorrido por la pastoral obrera de toda la
Iglesia a lo largo de más de sesenta años, y especialmente por el regalo que
supuso la publicación del documento “La Pastoral Obrera de toda la Iglesia”.
En estos últimos veinte años el mundo del
trabajo ha sufrido unos cambios profundos, que dotan de una configuración
absolutamente nueva al trabajo, y que afectan a todas las dimensiones de la
existencia. Conscientes de la realidad dolorosa que hoy vivimos en el mundo del
trabajo, queremos compartir con todos, un mensaje de denuncia y esperanza:
- Con las mismas palabras del papa Francisco, denunciamos, una vez más, que esta economía mata. Que el sometimiento de la vida de los pobres a la codicia de unos pocos ha generado un sistema inhumano que antepone el beneficio a la dignidad sagrada de las personas. Queremos denunciar que este sistema económico empobrece, precariza la vida de las mujeres y hombres trabajadores, hiere radicalmente su dignidad, frustra proyectos de vida personales y familiares, excluye, descarta y siembra de muerte los caminos de la existencia humana.
- Queremos denunciar que negar la dignidad humana, impidiendo el trabajo decente que haga posible una vida digna, es negar a Dios mismo, de quien tenemos en los pobres el rostro sufriente. Este sistema construye una forma de ser hombre y mujer hoy que deshumaniza.
- Queremos denunciar que el actual sistema político no está al servicio del bien común y de los más pobres, no está al servicio de la vida de las personas, sino que se ha convertido en amparo de corruptos y amorales. Necesitamos regenerar y dignificar la política al servicio del bien común.
- Ni podemos, ni queremos permanecer impasibles e indiferentes ante el sufrimiento humano que la nueva configuración del trabajo humano, y de la sociedad, están generando. Nos urge a responder evangélicamente el mismo amor de Cristo, que se hizo pobre por nosotros hasta dar su vida para que todos tuviéramos vida, porque la persona humana es siempre lo primero en el proyecto del Reino de Dios.
- Por eso como signo de esperanza, nos comprometemos:
a. A vivir la conversión pastoral a la que nos
llama el papa Francisco para seguir siendo Iglesia encarnada en el mundo
obrero. Nuestra propia vida personal, y nuestra vida eclesial han de ser
testimonio encarnado del amor preferente de Dios por los empobrecidos. Por eso
estamos dispuestos a trabajar con nuestros obispos para que la presencia
pastoral y samaritana, la presencia compasiva de la Iglesia acompañe
especialmente a desempleados y a trabajadores precarios, a sus familias, a los
jóvenes, mujeres y migrantes, a las víctimas de accidentes laborales y sus familias,
a los trabajadores de la economía informal y sumergida.
b. A seguir anunciando la propuesta de
liberación de Jesucristo para el mundo obrero. A esta tarea somos enviados por
nuestra Iglesia para recorrer solidariamente los caminos en cuyas cunetas
quedan hermanos nuestros, Estamos convocados a una nueva imaginación de la
caridad y la justicia, llegando hasta las periferias del mundo obrero.
c. A generar espacios de encuentro que devuelvan
el protagonismo vital a quienes son excluidos por este sistema económico y
político, que posibiliten otra economía, otro trabajo posible, en clave de
humanización, que ponga siempre en el centro a las personas. Estamos convocados
a ser Iglesia, casa de todos.
d. Queremos invitar a toda la Iglesia a poner en
marcha, de manera creativa, posibilidades concretas de economía de comunión que
muestren que podemos establecer nuevas relaciones sociales y económicas basadas
en la lógica del don y la gratuidad.
e. A trabajar por, y a seguir reclamando
proféticamente, un trabajo decente para todos, que haga posible la vida digna
personal y familiar, y la construcción de proyectos sociales, económicos, y
políticos de fraternidad, solidaridad y justicia, cuyo eje sean los más débiles
y los descartados de nuestro mundo.
f. Del mismo modo nos comprometemos, y animamos
a sostener y apoyar aquellas iniciativas que ya existen y que hacen posible
otra economía, otro trabajo, otra sociedad, acorde con la que Dios, Padre de
Misericordia, sueña para todos sus hijos e hijas.
Queremos llevar este
mensaje de esperanza a nuestras diócesis y movimientos, ofrecerlo como
propuesta a nuestras comunidades, a trabajadores y empresarios, a creyentes y
no creyentes, a hombres y mujeres de buena voluntad, a todos aquellos
dispuestos a seguir abriendo caminos de esperanza para recuperar la dignidad en
el mundo del trabajo.
A María, Madre de los pobres, madre del divino obrero de
Nazaret, confiamos nuestra tarea.