El jesuita
que planta cara a los bancos.
Entrevista a Gaël Giraud
Sin Permiso, 30/03/14
El economista Gaël Giraud, autor de Illusion
financière [La ilusión financiera, Sal Terrae, 2014] denuncia la
colusión entre bancos y altas finanzas públicas y propone un punto de vista
comprometido sobre la crisis. Lo entrevista para el semanario francés Marianne
el periodista Bertrand Rothé.
Los católicos aglutinan decididamente sensibilidades
bien diferentes. Están quienes se manifiestan contra el matrimonio homosexual,
y luego hay otros. Y entre estos últimos, hay quien le plantea problemas a este
gobierno social-liberal. Se llama Gaël Giraud. Una cabeza bien puesta:
[Escuela] Normal Superior, tesis en la [Escuela] Politécnica, un economista ya
reconocido. Un yerno perfecto, salvo por el hecho de haberse ordenado y ser hoy
jesuita.
Marianne – No es usted precisamente lo que se dice un
neoliberal. Desea usted una reforma el euro y un compromiso por parte de Europa
a favor de un proteccionismo ecológico y social…¿Lo confirma usted?
Gaël Giraud – Exacto…Añadiría la necesaria
reglamentación de los mercados financiero, que apenas si hemos empezado después
de 2008. Todo lo cual, en mi opinión, debe ponerse al servicio del verdadero
proyecto de sociedad que constituye la transición energética.
[ ... ]
¿Se puede afirmar que el poder de los bancos es más
importante que el mundo político hoy en día?
El presupuesto del BNP Paribas es superior al PIB
francés (en bruto, 2 billones de euros). La carrera hacia el gigantismo otorga
a estos bancos un considerable poder de chantaje, pues Francia tiene aun menos
medios para absorber la quiebra de un monstruo como éste que el proyecto
europeo de unión bancaria, y si ve la luz, no permitirá salvar nuestros
megabancos en caso de peligro. Los bancos intentan, por tanto, neutralizar las
iniciativas reguladoras haciendo valer que todo lo que perjudica sus intereses
inmediatos les debilita y que, si mueren ellos, moriremos todos con ellos. Las
reglas prudenciales de Basilea III, por ejemplo, se han ido volviendo poco a
poco inofensivas por las enmiendas que los bancos lograron arrancarle al comité
de Basilea.
Otro ejemplo: en enero de 2012, cuando se hubo de
reestructurar finalmente la deuda pública griega, había cuatro negociadores en
la mesa de Atenas: Merkel, Sarkozy y dos patrones, Pébereau por el BNP Paribas
y Ackermann por el Deutsche Bank. La razón inmediata de la presencia de estos
banqueros, discutiendo de igual a igual con jefes de Estado y de gobierno del
género de los de Grecia, está clara: los principales tenedores de deuda
pública griega no eran otros que bancos franceses y alemanes. Y en lo esencial
ha sido para salvar a nuestros bancos por lo que hemos destruido la sociedad
griega. Confiar tal poder de negociación a los banqueros dice mucho sobre el
estado de la democracia en Europe: ¿se imagina usted a J.P. Morgan ajustando
los detalles del Tratado de Versalles?
En el marco de su trabajo y sus luchas, ¿qué poder le
da su condición de jesuita?
Para empezar, comparto con mis compañeros la misma
sopa a la hora de la cena, y lo que pienso, por otro lado, del sector bancario.
Esto permite pensar libremente. Luego, la vida del compartir comunitario es una
experiencia esencial de bienes comunes, en el sentido de la economista Elinor
Ostrom: hoy en día, nuestras sociedades redescubren los bienes comunes vía
Vélib’, Vélo’v, [sistemas públicos de alquiler de bicicletas] la conducción
compartida, la economía de funcionalidad, etc., y este aprendizaje me parece
decisivo para la transición energética. Induce a una transformación radical de
nuestra relación con la propiedad privada. Pues bien, ¡la vida religiosa
occidental practica todo esto desde hace por lo menos quince siglos!
¿Mantiene usted contactos frecuentes como políticos de
izquierda?
Me veo lo mismo con políticos de izquierda que de
derecha. Lo que me sorprende es la carencia de proyecto en el seno del ala
strauss-kahniana del Partido Socialista. Este partido ni siquiera se atreve hoy
en día a autorizar el menor debate en su seno, por miedo a debilitar al
gobierno. En cuanto a las principales decisiones tomadas por este último en
materia económica: firma del TSCG [Tratado sobre Estabilidad, Coordinación y
Gobernación], mantenimiento de la austeridad presupuestaria mientras que la
experiencia europea muestra que hace aumentar el ratio deuda/PIB ;
políticas de oferta que no reducirán el paro masivo y amenazan todas con
zambullirnos en la deflación con el conjunto del sur de Europa.
Por eso es por lo que una iniciativa como la creación
del partido Nouvelle Donne,[3] que ya tiene un representante e la
Asamblea Nacional, me parece extremadamente prometedora. Es vital que el debate
en economía política pueda renacer en Europa y que reaprendamos a «pensar fuera
del marco». En España la incapacidad de los «indignados» de formular una
alternativa articulada al empeño de demolición del Estado del Bienestar en
beneficio de los bancos puesto en práctica por Rajoy ha terminado por agotar al
movimiento. Estoy convencido de que la transición energética es la vía de
salida por lo alto de la trampa deflacionista en la que encierran al continente
la austeridad presupuestaria y los excedentes de la deuda privada (y no
pública). Lo que nos hace falta es creatividad social y política con el fin de
emprender esta transición juntos.
¿Cómo reacciona su jerarquía jesuita respecto a sus
posturas?
Mis superiores consideran que participar en el debate
público forma parte de mi trabajo de director de investigación en el CNRS
[Centro Nacional de la Recherche Scientifique, el mayor centro público de
investigación francés]. El vaivén entre la investigación y la arena pública es
fecundo, lo mismo para el mundo académico que para la democracia.
Tengo mis dudas. Hay con todo muchos conservadores
dentro de la Iglesia…
Nuestra Iglesia posee una burocracia que, como todas
las burocracias (el imperio chino, Bercy, los grandes del CAC 40 [índice de
referencia de la Bolsa francesa...) puede verse tentada a hacer pasar el
perpetuarse en su ser por delante de su propia misión evangélica. Este
«conservadurismo» no debe sorprender, por lo menos desde Max Weber. El
Papa Francisco ha emprendido una reforma del Vaticano encaminada a una mayor
trransparencia y colegialidad, y cuando observo el baile de informes entre
servicios ministeriales o las guerras que libran las baronías en el seno de las
grandes multinacionales, me pregunto dónde están los verdaderos conservadores.
¿De qué otros temas se ocupa?
De otros dos, por lo menos. El año pasado formé parte
del comité de expertos para el debate nacional sobre la transición ecológica.
Este comité ha llevado a cabo una labor formidable: se han evaluado y propuesto
al gobierno cuatro grandes agrupaciones de hipótesis de transición en el caso
de Francia. Se han sugerido soluciones innovadoras de finaciación que no
incrementen la deuda pública francesa. Desde luego, hace falta continuar la
labor para apreciar lo factible de estas hipótesis y de esas soluciones de
financiación. Al gobierno le atañe aprovechar esas hojas de ruta, orquestar un
verdadero debate democrático sobre las opciones de sociedad que implican e
impulsar la transición. Seguramente sería necesario un poco de optimismo
sansimoniano. Tenemos, sobre todo, que librarnos de este cuento de hadas según
el cual los mercados financieros desregulados son eficaces y harán frente en
nuestro lugar al desafío clima-energía. La ley de programación sobre la
transición, prevista para el verano próximo, y el congreso de París para 2015
podrían ser etapas decisivas en este sentido.
¿Y el segundo?
El tratado de libre comercio en curso de negociación
entre la Unión Europea y los Estados Unidos. Aparte de algunos periódicos, esta
negociación no interesa mucho a los periodistas. Ahora bien, este tratado puede
convertirse en una verdadera bomba: una de sus clausulas podría autorizar a las
multinacionales a demandar a un Estado si éste llega a aprobar una ley que
perjudique a los intereses de la empresa. Por ejemplo, una empresa que hubiera
invertido en Francia y que se creyera perjudicada por la revalorización del
SMIC [salario mínimo interprofesional] podría obligar al Estado a pagar miles
de millones de indemnización. Supondría una especie de revocación del Tratado
de Westfalia (1648) que rige el Estado nacional occidental. Es urgente que
aparezca este tema en el debate público francés: las negociaciones están lejos
de haber terminado; todavía es todo posible.
¿Cómo se explica usted que el FN no se haya apoderado
todavía de la cuestión ?
El FN no hace más que saquear las tesis de ciertos
pensadores heterodoxos: Jacques Sapir, Frédéric Lordon, François Ruffin… Como
estos últimos no se han pronunciado todavía sobre este nuevo tema, el FN
todavía no puede engullir esta idea, pero no se haga usted cruces: ¡tal vez lo
haga después de leer esta entrevista!
Notas
[1] «Pour une
réforme bancaire plus ambitieuse: vous avez dit Liikanen ? Chiche !», fundación
Terra Nova. www.tnova.fr
[2] Mon
amie, c’est la finance!, Adrien de Tricornot, Mathias Thépot, Franck
Dedieu, Bayard, 2014.
[3] Nouvelle
Donne, cuyo nombre evoca el New Deal de Roosevelt, es una reciente
formación política francesa creada en noviembre de 2013, en la que se reunen
exmilitantes del Partido Socialista, de los Verdes y del Frente de Izquierda,
amén de gaullistas sociales y figuras intelectuales reconocidas, con un
programa económico de cariz keynesiano. Entre sus miembros se cuentan teóricas
y activistas como Susan George o el sociólogo Edgar Morin. Cuenta con una
representante en la Asamblea Nacional, Isabelle Attard (que proviene de los
Verdes), por una circunscripción de Calvados, y dos diputadas en el Parlamento
Europeo, Malika Benarab-Attou y Françoise Castex.
Gaël Giraud
(1970), director de investigación en el CNRS y miembro de la Compañía de Jesús,
es diplomado de la Escuela Normal Superior y de la Escuela Nacional de
Estadística y Administración Económica, y doctor en matemáticas aplicadas por
la Escuela Politécnica. Miembro del Centro de Economía de La Sorbona y de la
Escuela de Economía de París y profesor asociado en la ESCP-Europe, pertenece
al consejo científico del Laboratorio sobre la regulación financiera y del
observatorio europeo Finance Watch. Enseña además en el Centre Sèvres,
de los jesuitas, y es miembro del consejo científico de la Fundación Nicolas
Hulot para la naturaleza y el hombre. En 2009 fue seleccionado para el
premio al mejor economista que convoca Le Monde y el Círculo de Economistas de
Francia.