Cuaderno de Vida
por Dolores AleixandreAsombroso: en un gimnasio de un instituto a las afueras de Huesca y durante el puente de la Inmaculada, sentados y en silencio durante una hora, 120 jóvenes entre 20 y 30 años venidos de todo el país piensan, releen y toman notas cada cual en su cuaderno. Sin móvil, sin cascos, sin iPod: un simple cuaderno y un boli. ¿Que quién está detrás de este milagro? La JOC, en su 46 Consejo General, que se celebra cada 3 años y cuyo tema era: Otra manera de mirar y de sentir. Una nueva manera de vivir (acaban de publicar un librito que es una joya: Testigos de un Evangelio obrero, San Pablo, no se lo pierdan).
He tenido la suerte de pasar un día con ellos y desde entonces no paro de darle vueltas a lo del “cuaderno de vida” (CV, no confundir con curriculum vitae) porque me parece un instrumento mágico y a la vez sencillísimo para interiorizar la vida cuando se corre el peligro de vivirla en plan centrifugadora.
Además le encuentro muchísima raigambre bíblica: Moisés, sin ir más lejos, cuando subía al Sinaí, llevaba su cuaderno de vida para apuntar lo que el Señor le decía, con el mérito añadido de que en su tiempo no había cuadernos fashion tipo Agatha Ruiz de la Prada y tenía que cargar con dos tablas de piedra que debían pesar lo suyo. De David cuenta una leyenda que tenía a la cabecera de su cama una cítara y un pergamino: cuando la brisa de la noche hacía vibrar las cuerdas de la cítara, David se levantaba y se ponía a escribir en su CV. Y ahí está el resultado: nada menos que el libro de los Salmos.
A Jeremías la autoridad competente, que era el rey Joaquín, decidió prohibir y retirar la edición del rollo que usaba el profeta como CV y, rodeado de su corte de pelotas, lo fue cortando en tiritas y echando al fuego del brasero de picón que era el equivalente al suelo irradiante de la época (Jer 36). Todo en medio de la aprobación de sus cortesanos que, aunque les encantaba lo que escribía Jeremías, no se atrevían a torcer el gesto por temor de quedarse sin las prebendas reales que disfrutaban y que podían perder si hacían la menor crítica a su poderoso donante. Menos mal que el Señor, con notable sentido del humor, le mandó a Jeremías que volviera a comprarse otro CV pero con más páginas, porque le iba a dictar muchas más cosas de las que estaban escritas en el que le habían quemado (es como cuando prohíben ahora un libro y por el “efecto mariposa” circula por Internet, lo traducen a otras muchas lenguas y se hacen más ediciones, ¿les suena de algo?).
María en Nazaret, como no sabía escribir, iba guardando todo lo de su hijo en el CV de su corazón. En cuanto al susodicho, cuando le pusieron delante a la mujer sorprendida en adulterio, le pillaron desprevenido y sin CV, así que a falta de otra cosa, se inclinó y se puso a escribir en el polvo del suelo los sentimientos de ternura que le provocaban tantas vidas de mujeres deshechas y machacadas y, de paso, desahogaba su ira contra aquellos tipos tan rápidos para agarrar piedras, censuras o excomuniones, según les diera el punto. Así que, una vez recompuesto de sus emociones, se enderezó y dijo lo que dijo, que todavía lo seguimos recordando. Y, aunque lo que escribió se lo llevó el viento, nos han quedado sus palabras en el CV del Evangelio.
Un par de ideas para encontrar también nosotros algún sucedáneo del CV que nos ayude a interiorizar la vida: si estás mucho en casa es más fácil, pero para la agitada vida callejera y habida cuenta de que las iglesias suelen estar cerradas, o abiertas pero con un funeral, yo he descubierto las bibliotecas públicas. Me he sacado el carnet de tres que me pillan más o menos de camino en trayectos que frecuento: si tengo tiempo, entro, busco un rincón tranquilo y sigo mis rutinas para contactar con mi propio corazón y con Aquel que lo habita. También los bancos de los extremos de los andenes de metro pueden venir bien: te sientas con cara de estar esperando a alguien (¡y vaya si lo esperas!) y sólo con contemplar los rostros de la gente que baja y sube a los vagones con la mirada de Jesús, ya estás teniendo un rato de oración precioso. Todo es ponerse.
Además le encuentro muchísima raigambre bíblica: Moisés, sin ir más lejos, cuando subía al Sinaí, llevaba su cuaderno de vida para apuntar lo que el Señor le decía, con el mérito añadido de que en su tiempo no había cuadernos fashion tipo Agatha Ruiz de la Prada y tenía que cargar con dos tablas de piedra que debían pesar lo suyo. De David cuenta una leyenda que tenía a la cabecera de su cama una cítara y un pergamino: cuando la brisa de la noche hacía vibrar las cuerdas de la cítara, David se levantaba y se ponía a escribir en su CV. Y ahí está el resultado: nada menos que el libro de los Salmos.
A Jeremías la autoridad competente, que era el rey Joaquín, decidió prohibir y retirar la edición del rollo que usaba el profeta como CV y, rodeado de su corte de pelotas, lo fue cortando en tiritas y echando al fuego del brasero de picón que era el equivalente al suelo irradiante de la época (Jer 36). Todo en medio de la aprobación de sus cortesanos que, aunque les encantaba lo que escribía Jeremías, no se atrevían a torcer el gesto por temor de quedarse sin las prebendas reales que disfrutaban y que podían perder si hacían la menor crítica a su poderoso donante. Menos mal que el Señor, con notable sentido del humor, le mandó a Jeremías que volviera a comprarse otro CV pero con más páginas, porque le iba a dictar muchas más cosas de las que estaban escritas en el que le habían quemado (es como cuando prohíben ahora un libro y por el “efecto mariposa” circula por Internet, lo traducen a otras muchas lenguas y se hacen más ediciones, ¿les suena de algo?).
María en Nazaret, como no sabía escribir, iba guardando todo lo de su hijo en el CV de su corazón. En cuanto al susodicho, cuando le pusieron delante a la mujer sorprendida en adulterio, le pillaron desprevenido y sin CV, así que a falta de otra cosa, se inclinó y se puso a escribir en el polvo del suelo los sentimientos de ternura que le provocaban tantas vidas de mujeres deshechas y machacadas y, de paso, desahogaba su ira contra aquellos tipos tan rápidos para agarrar piedras, censuras o excomuniones, según les diera el punto. Así que, una vez recompuesto de sus emociones, se enderezó y dijo lo que dijo, que todavía lo seguimos recordando. Y, aunque lo que escribió se lo llevó el viento, nos han quedado sus palabras en el CV del Evangelio.
Un par de ideas para encontrar también nosotros algún sucedáneo del CV que nos ayude a interiorizar la vida: si estás mucho en casa es más fácil, pero para la agitada vida callejera y habida cuenta de que las iglesias suelen estar cerradas, o abiertas pero con un funeral, yo he descubierto las bibliotecas públicas. Me he sacado el carnet de tres que me pillan más o menos de camino en trayectos que frecuento: si tengo tiempo, entro, busco un rincón tranquilo y sigo mis rutinas para contactar con mi propio corazón y con Aquel que lo habita. También los bancos de los extremos de los andenes de metro pueden venir bien: te sientas con cara de estar esperando a alguien (¡y vaya si lo esperas!) y sólo con contemplar los rostros de la gente que baja y sube a los vagones con la mirada de Jesús, ya estás teniendo un rato de oración precioso. Todo es ponerse.