dimarts, 24 de juliol del 2012
Diners, on sou?
¡Sí que hay dinero!
Vicenç Navarro, 21-Julio-2012
Durante el debate parlamentario
que tuvo lugar en las Cortes españolas a raíz de la presentación del Presidente
Rajoy de las medidas de recortes que su gobierno iba a realizar, el Ministro de
Hacienda y Administraciones Públicas del gobierno español, el Sr. Cristóbal
Montoro, indicó que éstas eran necesarias porque “el Estado no tenía más
dinero”, punto acentuado por el propio Presidente Rajoy
cuando subrayó que el nivel de deuda pública en España había alcanzado niveles
inaceptables que forzaron la toma de medidas excepcionales, considerando la
bajada del déficit como la prioridad número uno de su gobierno. El Presidente
Rajoy indicó también que tal bajada del déficit público era la condición
indispensable para salir de la crisis, pues sólo con esta bajada se recuperaría
la confianza de los mercados financieros y España podría volver a recibir
prestado dinero a unos intereses más bajos.
Es sorprendente que la Administración Rajoy
continúe repitiendo esta creencia (creencia basada más en la fe que en la
evidencia) cuando todos los datos acumulados muestran lo erróneos que son los
supuestos sobre los que se basa.
Pero antes de mostrar tales datos,
es importante subrayar, una vez más, lo que tienen en común los países hoy
intervenidos España, Grecia, Portugal e Irlanda. Todos ellos tienen Estados
pobres (su gasto público, incluyendo el gasto público social por habitante, es
de los más bajos de la
Eurozona), con escasos ingresos al Estado (entre los más
bajos de la Eurozona),
poco redistributivos (entre los menos redistributivos de la Eurozona), y basados en
una fiscalidad altamente regresiva (de los más regresivos de la Eurozona). La causa de
que todos estos países tengan estos puntos en común es que todos ellos tienen
un contexto político semejante. Durante su reciente historia (los últimos
cincuenta años) las fuerzas conservadoras han tenido una enorme influencia
sobre sus Estados. Fueron gobernados por muchas décadas por gobiernos
ultraconservadores. El contraste con los países escandinavos (que tienen los
Estados más desarrollados, con mayores políticas redistributivas y políticas
fiscales más progresivas en la UE)
se basa en que en aquellos países las fuerzas progresistas han sido las
dominantes en su vida política, al revés que en los países intervenidos.
Se podría argumentar que España,
como también aquellos países, tiene un Estado pobre porque es un país pobre.
Pero los datos no confirman esta situación. El PIB per cápita es el 94% del
promedio de la UE-15,
y en cambio, el gasto público es sólo un 72% del promedio de la UE-15. En realidad, si
fuera un 94%, España se gastaría 66.000 millones más en su sector público y en
su subfinanciado Estado del Bienestar (tanto en sus transferencias como
en sus servicios públicos). Pero no se los gasta, no porque no existan. Sí que
existen. Lo que ocurre es que el Estado no los recoge. Y ahí está el punto
clave que no se cita. La regresividad de la política fiscal que España tiene en
común con todos los países intervenidos. Han tenido que pedir prestado dinero
porque el Estado no recoge el suficiente.
Pero lo que es incluso peor es que
durante la era de bonanza (estimulada por la burbuja inmobiliaria), el Estado
español bajó más y más los impuestos, bajada que favoreció particularmente a
las rentas superiores, que adquieren la mayoría de sus rentas de la propiedad
de capital. Esta bajada de impuestos determinó –según ha indicado el Fondo
Monetario Internacional- nada menos que la mitad del déficit estructural del
Estado, déficit que permaneció oculto durante la expansión económica por el
elevado crecimiento de ingresos al Estado, apareciendo, sin embargo, en toda su
crudeza cuando el boom explotó. Y ahora el Estado tiene que pedir prestado el
dinero a los bancos (donde los súper ricos depositan los ingresos que habían
adquirido como consecuencia de la bajada de sus impuestos), teniendo que pagar
intereses para conseguir el dinero, que podría haberse obtenido, si no hubieran
bajado los impuestos.
Y ahí está el problema más silenciado
en los medios y en los debates. Fue
una lástima que ninguno de los que participaron en el debate en las Cortes
Españolas hiciese las siguientes preguntas al Presidente Rajoy: ¿Por qué el
Estado español decidió congelar las pensiones a fin de conseguir 1.200 millones
de euros, en lugar de revertir la bajada del impuesto de sucesiones, con lo
cual habría obtenido casi el doble de ingresos ( 2.552 millones). O, ¿por qué
en lugar de recortar nada menos que 7.000 millones en sanidad, el gobierno no
eliminó la reducción del Impuesto de Sociedades a las empresas que facturan más
de 150 millones de euros al año, lo que significa menos del 0,12% de todas las
empresas, con lo cual hubieran obtenido más de 5.600 millones de euros? O, ¿por
qué quiere ahora establecer el copago sanitario en lugar de aumentar los
impuestos de los fondos SICAV y las ganancias especulativas? O, ¿por qué quiere
aumentar el IVA, en este momento de recesión, que afectará a las clases
populares, en lugar de aumentar el impuesto de Sociedades al 35% para empresas
que ganen más de un millón de euros al año, con lo cual ingresaría 14.000
millones de euros más? O, ¿por qué quiere destruir puestos de trabajo en los
servicios públicos en lugar de establecer un impuesto a las transacciones
financieras, con lo cual, tal como ha señalado el sindicato de técnicos del
Ministerio de Hacienda, se conseguirían 5.000 millones de euros? O, ¿por qué en
lugar de forzar reducciones de los Estados del Bienestar gestionados por las
CCAA no reduce la economía sumergida diez puntos, con lo cual aumentaría 38.500
millones de euros?
Estas son las preguntas que
deberían haberse hecho y no se hicieron. El señor Rajoy no las habría podido
contestar y habría quedado en evidencia, mostrando, que en contra de lo que
dice, sí que
hay alternativas y sí que hay dinero.
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas
Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
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