Un trabajo digno y decente
El
próximo domingo, día 7 de octubre, celebraremos la Jornada Mundial por
el Trabajo Digno y Decente. Recuerdo que san Juan Pablo II, el año 2000,
pronunció un discurso en la celebración del Jubileo de los
Trabajadores en el que hizo una llamada a “globalizar la solidaridad”.
Más recientemente, en la instrucción pastoral Iglesia, servidora de los
pobres, los obispos recordábamos algunos principios de la Doctrina
Social, y señalábamos que el trabajo no ha de convertirse en una
especie de castigo, al contrario, ha de ser un camino de realización de
la persona, y para eso, “además de satisfacer sus necesidades básicas,
ha de ser un trabajo digno y estable. La apuesta por esta clase de
trabajo es el empeño social por que todos puedan poner sus capacidades
al servicio de los demás. Un empleo digno nos permite desarrollar los
propios talentos, nos facilita su encuentro con otros y nos aporta
autoestima y reconocimiento social”.
La centralidad de la
economía ha de estar ocupada por las personas, no por los beneficios, y
además, los beneficios no deben desvincularse de las exigencias éticas;
por consiguiente la política económica ha de estar al servicio de la
persona y del trabajo digno y decente. En la Instrucción pastoral
destacábamos también una realidad que es lógica y obvia, pero que no por
ello resulta fácil, al contrario, en la práctica viene a ser
enormemente compleja y difícil: “Es imprescindible la colaboración de
todos, especialmente de empresarios, sindicatos y políticos, para
generar ese empleo digno y estable, y contribuir con él al desarrollo de
las personas y de la sociedad. Es una destacada forma de caridad y
justicia social”. Se trata de construir una sociedad que ofrezca trabajo
a todos, que reparta el trabajo y el beneficio, que propicie la
realización de proyectos personales y familiares. Creemos que
técnicamente no es tan difícil de alcanzar ese ideal, aunque eso sí, se
requieren acuerdos globales en los más altos niveles por parte de las
administraciones, los sindicatos y las empresas.
Un Grupo de
Entidades de Iglesia por el trabajo digno y decente me ha hecho llegar
un manifiesto con motivo de la celebración de este año. Quiero resaltar
algunas de las medidas que proponen y que ciertamente están en clara
sintonía con la Doctrina Social de la Iglesia y con la Instrucción
pastoral a la que he aludido.
Proponen que se implementen
políticas activas de ocupación, personalizadas y formativas, y hacerlo
sin menosprecio de los subsidios y los seguros de paro, apostando
claramente por el trabajo. Reivindican el sueldo mínimo interprofesional
al menos de 1.000 €/mes y una reducción de la jornada laboral para que
pueden trabajar más personas, pasando de las 40 horas semanales a las
30; de esta manera podrían trabajar 25 millones de personas en lugar de
los 19 millones actuales. De paso esto ayudaría a la conciliación
laboral tan deseada. Junto a estas medidas unen también la renta
garantizada de la ciudadanía para todas las familias que lo necesiten, y
que esté acompañada de actividades formativas o culturales.
Asímismo urgen a la erradicación del fraude y la evasión fiscal, para que todas las empresas contribuyan y paguen en el país lo que les corresponde, trabajando al mismo tiempo para la eliminación de los paraísos fiscales en todo el mundo. Un tema también importante es el de la solidaridad con las personas venidas que llegan a nuestro país, garantizando una buena acogida humana y al mismo tiempo toda la ayuda para su plena integración social. Finalmente solicitan el reconocimiento y todo el apoyo a la tarea que realizan tantas entidades del tercer sector social con numerosas iniciativas respecto a la economía social, solidaria y cooperativa.
Asímismo urgen a la erradicación del fraude y la evasión fiscal, para que todas las empresas contribuyan y paguen en el país lo que les corresponde, trabajando al mismo tiempo para la eliminación de los paraísos fiscales en todo el mundo. Un tema también importante es el de la solidaridad con las personas venidas que llegan a nuestro país, garantizando una buena acogida humana y al mismo tiempo toda la ayuda para su plena integración social. Finalmente solicitan el reconocimiento y todo el apoyo a la tarea que realizan tantas entidades del tercer sector social con numerosas iniciativas respecto a la economía social, solidaria y cooperativa.
Que la celebración de la Jornada Mundial
por el Trabajo Digno y Decente nos ayude a ser más conscientes de estas
realidades y más comprometidos en la búsqueda de soluciones.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
Obispo de Terrassa