Encuentro de trabajadores migrantes y autóctonos
“Como Cristo, obligados a huir”
El pasado domingo 27 de septiembre, celebramos
por videoconferencia, el XI Encuentro de Trabajadores
migrantes y autóctonos bajo el lema “Como Cristo,
obligados a huir”. Nuestro obispo auxiliar Mons. José Cobo
nos enseñó la foto en la que se inspiró el Papa Francisco
para elegir este lema: una foto de un padre huyendo de la
guerra de Siria llevando a su hijo dormido y con la cabeza
del niño recostada encima de la suya.
Así escenifica el Papa la postura de la Iglesia: cargar
como San José con el Niño Dios Encarnado y perseguido por
el poder dominante de entonces, ponerlo sobre sus
hombros para acogerlo, defenderlo, promover su
crecimiento e integrarlo en la “humanidad nueva” del plan
de Dios.
Lo he visto claro hoy leyendo el evangelio del día:
Jesús aparece “cogiendo a un niño de la mano, poniéndolo
a su lado y diciéndoles a los discípulos: el que acoge a este
niño en mi nombre me acoge a mí” No hay mejor retrato de la esencia de Dios que la de acogida y
defensa de alguien que no pinta nada en la sociedad y es considerado el menos importante, que
eso es lo significaba ser niño entonces. Nunca estaremos más cerca de Dios que cuando acojamos
a una persona débil e indefensa con un abrazo.
Eso es lo que vimos en los dos testimonios que compartieron su vida en el Encuentro de
trabajadores migrantes y autóctonos.
Primero, el testimonio de Laura, inmigrante de Argentina con su esposo e hijos, desechada
por las condiciones de su país, dejando las raíces de su patria y los lazos familiares por necesidad
de sobrevivir, indefensa en un enorme aeropuerto madrileño y sin amigos, sin vivienda ni trabajo
para dar de comer a sus hijos.
Pero en Madrid encontró la parroquia de San León Magno con creyentes que la acogieron
cariñosamente, escucharon la historia de su familia, compartieron techo y comida, establecieron
lazos de cariño como si fuese su familia. Incluso buscaron juntos trabajo de entre las piedras hasta
que el esposo lo encontró. Laura resume todo en “sentimos que eran nuestra familia y sentimos la
presencia cariñosa de Dios”.
¿Se puede decir mejor y más breve lo que es la Iglesia? Los cristianos de San León Magno
¿estarían más cerca de Dios que cuando Él se encarnó como indefenso y alguien le dio su hombro
para dormir? ¿Puede un creyente identificarse mejor con Jesucristo que cuando Él mismo acogió a
unos mocosos que entonces eran los últimos de la sociedad, para ponerlos como su propia carne
al decir “el que acoge a este niño me acoge a mí?
Segundo, el testimonio de Ángel, vecino de Vallecas, casado con su esposa Diana de doble
nacionalidad ecuatoriana y española, trabajador que está sufriendo en sus propias carnes un paro
de 6 años (y lo que te rondaré morena, al tener ya 59 años).
Pero él no se dio por derrotado al perder el derecho fundamental del trabajo, sino que hizo
de la injusta necesidad, virtud. Ya que no estaba en su mano encontrar empleo, dedicó todas sus
fuerzas a participar en el AMPA del colegio de su hijo Mateo, a hacer cursos de reciclaje, a ir a
todas las reivindicaciones que buscaran el derecho al trabajo, a acudir a las asociaciones que
mantuvieran la convicción de que, aunque habían perdido el empleo no habían perdido la
dignidad. Por último, durante el confinamiento por la pandemia del Cobid-19 trabajó en
acompañar a su hijo en las tareas online que le mandaban los profesores. Por las noches se
preparaba los temas y dinámicas escolares, porque durante el día se ocupaba del hogar mientras
su esposa teletrabajaba.
Las manos cariñosas que le acompañaron, fueron la HOAC (Hermandad Obrera de Acción
Católica) y la parroquia de San Pablo en Vallecas. En la Iglesia encontró la acogida de Dios que
protege frente a la crueldad de la economía que provoca el paro, la fuerza de Dios que promueve
a ser protagonista de tu vida aunque no tengas empleo, los lazos de cariño de Dios que integran en
la familia humana como el buen samaritano.
Esta es la tarea de la Iglesia que nos libra de la indiferencia dominante ante el migrante y
refugiado, cuando no de un miedo ante lo diferente y desconocido.
La canción y video “Duele demasiado” de David Bisbal con su voz desgarrada repetía
machaconamente entre imágenes de niños viviendo tres años en Siria entre escombros de guerra
o en campamentos inhumanos. “Por culpa de otros pagan muy caro un contrato que jamás han
firmado”.
La canción acusaba: “Mira al otro lado, mira al otro lado. No te gusta darte cuenta cuántos nadan
en el fango. Esos ojos te están vigilando. Es más fácil olvidarlos…
Si el mundo sigue equivocado, no puedo aguantar este grito callado por ti, por mí, por los que ni se
enteran. Me duele demasiado. Duele demasiado”
Terminamos el Encuentro con la oración que compuso el Papa Francisco invitándonos al cariño y
compasión de Dios, escenificado en San José con su niño, Hijo de Dios Encarnado, dormido y
recostado sobre su cabeza.
Nos sentimos contentos por la realización del Encuentro y damos gracias a Dios por habernos
concedido la ocasión de sensibilizarnos con los migrantes y trabajadores.