Texto completo de la Homilía
del Papa Francisco en Belén
25 de mayo de 2014
«Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12).
"Es una gracia muy grande celebrar la Eucaristía en el lugar en que
nació Jesús. Doy gracias a Dios y a vosotros que me habéis recibido en
mi peregrinación: al presidente Mahmoud Abbas y a las demás autoridades;
al patriarca Fouad Twal, a los demás obispos y ordinarios de Tierra
Santa, a los sacerdotes, las personas consagradas y a cuantos se
esfuerzan por tener viva la fe, la esperanza y la caridad en esta
tierra; a los representantes de los fieles provenientes de Gaza, Galilea
y a los emigrantes de Asia y África. Gracias por vuestra acogida".
"El Niño Jesús, nacido en Belén, es el signo que Dios dio a los que
esperaban la salvación, y permanece para siempre como signo de la
ternura de Dios y de su presencia en el mundo. «Y aquí tenéis la señal:
encontraréis un niño...». También hoy los niños son un signo. Signo de
esperanza, signo de vida, pero también signo "diagnóstico" para entender
el estado de salud de una familia, de una sociedad, de todo el mundo.
Cuando los niños son recibidos, amados, custodiados, tutelados, la
familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es más humano.
Recordemos la labor que realiza el Instituto Effetà Pablo VI a favor de
los niños palestinos sordomudos: es un signo concreto de la bondad de
Dios. Dios nos repite también a nosotros, hombres y mujeres del siglo
XXI: «Y aquí tenéis la señal», buscad al niño..."
"El Niño de Belén es frágil, como todos los recién nacidos. No sabe
hablar y, sin embargo, es la Palabra que se ha hecho carne, que ha
venido a cambiar el corazón y la vida de los hombres. Este Niño, como
todo niño, es débil y necesita ayuda y protección. También hoy los niños
necesitan ser acogidos y defendidos desde el seno materno".
"En nuestro mundo, que ha desarrollado las tecnologías más
sofisticadas, hay todavía por desgracia tantos niños en condiciones
deshumanas, que viven al margen de la sociedad, en las periferias de las
grandes ciudades o en las zonas rurales. Todavía hoy muchos niños son
explotados, maltratados, esclavizados, objeto de violencia y de tráfico
ilícito. Demasiados niños son hoy prófugos, refugiados, a veces ahogados
en los mares, especialmente en las aguas del Mediterráneo. De todo esto
nos avergonzamos hoy delante de Dios, el Dios que se ha hecho Niño".
"Y nos preguntamos: ¿Quién somos nosotros ante Jesús Niño? ¿Quién
somos ante los niños de hoy? ¿Somos como María y José, que reciben a
Jesús y lo cuidan con amor materno y paterno? ¿O somos como Herodes, que
desea eliminarlo? ¿Somos como los pastores, que corren, se arrodillan
para adorarlo y le ofrecen sus humildes dones? ¿O somos más bien
indiferentes? ¿Somos tal vez retóricos y pietistas, personas que se
aprovechan de las imágenes de los niños pobres con fines lucrativos?
¿Somos capaces de estar a su lado, de "perder tiempo" con ellos?
¿Sabemos escucharlos, custodiarlos, rezar por ellos y con ellos? ¿O los
descuidamos, para ocuparnos de nuestras cosas?"
«Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño...». Tal vez aquel niño
llora. Llora porque tiene hambre, porque tiene frío, porque quiere
estar en brazos... También hoy lloran los niños, lloran mucho, y su
llanto nos cuestiona. En un mundo que desecha cada día toneladas de
alimento y de medicinas, hay niños que lloran en vano por el hambre y
por enfermedades fácilmente curables. En una época que proclama la
tutela de los menores, se venden armas que terminan en las manos de
niños soldados; se comercian productos confeccionados por pequeños
trabajadores esclavos. Su llanto es acallado: deben combatir, deben
trabajar, no pueden llorar. Pero lloran por ellos sus madres, Raqueles
de hoy: lloran por sus hijos, y no quieren ser consoladas (cf. Mt 2,
18).
«Y aquí tenéis la señal». El Niño Jesús nacido en Belén, todo niño
que nace y crece en cualquier parte del mundo, es signo diagnóstico, que
nos permite comprobar el estado de salud de nuestra familia, de nuestra
comunidad, de nuestra nación. De este diagnóstico franco y honesto,
puede brotar un estilo de vida nuevo, en el que las relaciones no sean
ya de conflicto, abuso, consumismo, sino relaciones de fraternidad, de
perdón y reconciliación, de participación y de amor.
Oh María, Madre de Jesús, tú, que has acogido, enséñanos a acoger;
tú, que has adorado, enséñanos a adorar; tú, que has seguido, enséñanos a
seguir. Amén.
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