LA UTILIDAD DE LO INÚTIL
De vez en cuando, hago el ejercicio de purificación en mis cajones. Con el paso del tiempo voy guardando objetos y papeles que, poco a poco, se van olvidando hasta que vuelves a realizar la limpieza correspondiente. Y, como por arte de magia, aparecen dichos “tesoros” que, en su momento, creías esenciales, y, que ahora, los envías al contenedor de reciclaje a pesar de los pesares. Descubro que la memoria del corazón siempre hace de filtro de lo que realmente, en el fondo, le das importancia. Porque “donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón” (Mateo 6, 21), me recuerda el Evangelio de Jesucristo.
Actualmente me estoy leyendo un libro que tiene el mismo título “La utilidad de lo inútil. Manifiesto”, del autor italiano Nuccio Ordine. En sus páginas atractivas me encuentro con lo siguiente: “En este brutal contexto, la utilidad de los saberes inútiles se contrapone radicalmente a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana. En el universo del utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un
utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte.
Ya Rousseau había notado que los “antiguos políticos hablaban incesantemente de costumbres y de virtud; los nuestros sólo hablan de comercio y
dinero”. La cosas que no comportan beneficio se consideran, pues, como un lujo superfluo, como un peligroso obstáculo. “Se desdeña todo aquello que no es útil”, observa Diderot, porque “el tiempo es demasiado precioso para perderlo en especulaciones ociosas”.
Es lo que hace tiempo observo aplicado a las personas. Las que no son productivas para la maquinaria neoliberal quedan marginadas o invisibles. Personas ancianas olvidadas en residencias, inválidos que hace tiempo que dejaron de caminar, enfermos a los que le han obligado a vivir la salud como un lujo, trabajadores a los que han empujado a precarizar su derecho al trabajo… Inútiles que no sirven para nada, cuando Dios les sirve amando, amándonos, para siempre. Incluso, ante tantas personas que manifiestan sin tapujos que para ellas Dios es un inútil, una simple ilusión de los inservibles, los desechables, los caducados… Tanto hombres como mujeres.
Como canela fina se me presentan las palabras de san Pablo. Ante tanta locura. Como el hecho de dar mayor importancia a la construcción de un bulevar en un barrio de Burgos, que a personas heridas que gritan: ¡Existimos, somos hombres y mujeres, no objetos manipulables para llenar los bolsillos de unos sinvergüenzas! Un puñado de considerados inútiles han hecho posible el milagro de la fuerza de lo débil. Los judíos quieren ver señales milagrosas y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros anunciamos a un Mesías crucificado. Esto resulta ofensivo a los judíos, y a los no judíos les parece una tontería; pero para los que Dios ha llamado, sean judíos o griegos, ese Mesías es el poder y la sabiduría de Dios. Pues lo que en Dios puede parecer una tontería es mucho más sabio que toda sabiduría humana; y lo que en Dios puede parecer debilidad es más fuerte que toda fuerza humana. (1 Corintios 1, 22-25)
Pepe Baena
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