El Papa Francesc ha fet una forta crida per la pau a Síria palesant el
seu patiment i preocupació pel conflicte i demanant a les parts
interessades i a la comunitat internacional que emprenguin el camí de la
negociació deixant de banda els interessos individuals. La crida va
tenir lloc durant l'àngelus d'ahir al migdia resat a la plaça de Sant
Pere amb la presència de milers de fidels. Per això, el proper 7 de
setembre, vigília de la Nativitat de Maria, Reina de la Pau, el Sant
Pare ha convocat una jornada de dejuni i de pregària per la pau a Síria,
a l'Orient Mitjà i en el món sencer, i també convida a unir-se a
aquesta iniciativa, de la manera que considerin més oportuna, els
germans cristians no catòlics, els que pertanyen a altres religions i
els homes de bona voluntat.
Queridos
hermanos y hermanas: Buenos días.
Hoy, queridos
hermanos y hermanas, quisiera hacerme
intérprete del grito que, con
creciente angustia, se levanta en
todas las partes de la tierra, en
todos los pueblos, en cada corazón, en
la única gran familia que es la
humanidad: ¡el grito de la paz! Es el
grito que dice con fuerza: Queremos un
mundo de paz, queremos ser hombres y
mujeres de paz, queremos que en
nuestra sociedad, desgarrada por
divisiones y conflictos, estalle la
paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más
la guerra! La paz es un don demasiado
precioso, que tiene que ser promovido
y tutelado.
Vivo con
particular sufrimiento y preocupación
las numerosas situaciones de conflicto
que hay en nuestra tierra, pero, en
estos días, mi corazón está
profundamente herido por lo que está
sucediendo en Siria y angustiado por
la dramática evolución que se está
produciendo.
Hago un fuerte
llamamiento a la paz, un llamamiento
que nace de lo más profundo de mí
mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta
destrucción, cuánto dolor ha
ocasionado y ocasiona el uso de las
armas en este atormentado país,
especialmente entre la población civil
inerme! Pensemos: cuántos niños no
podrán ver la luz del futuro. Condeno
con especial firmeza el uso de las
armas químicas. Les digo que todavía
tengo fijas en la mente y en el
corazón las terribles imágenes de los
días pasados. Hay un juicio de Dios y
también un juicio de la historia sobre
nuestras acciones, del que no se puede
escapar. El uso de la violencia nunca
trae la paz. ¡La guerra llama a la
guerra, la violencia llama a la
violencia!
Con todas mis
fuerzas, pido a las partes en
conflicto que escuchen la voz de su
conciencia, que no se cierren en sus
propios intereses, sino que vean al
otro como a un hermano y que emprendan
con valentía y decisión el camino del
encuentro y de la negociación,
superando la ciega confrontación. Con
la misma fuerza, exhorto también a la
Comunidad Internacional a hacer todo
esfuerzo posible para promover, sin
más dilación, iniciativas claras a
favor de la paz en aquella nación,
basadas en el diálogo y la
negociación, por el bien de toda la
población de Siria.
Que no se
ahorre ningún esfuerzo para garantizar
asistencia humanitaria a las víctimas
de este terrible conflicto, en
particular a los desplazados en el
país y a los numerosos refugiados en
los países vecinos. Que los
trabajadores humanitarios, dedicados a
aliviar los sufrimientos de la
población, tengan asegurada la
posibilidad de prestar la ayuda
necesaria.
¿Qué podemos
hacer nosotros por la paz en el mundo?
Como decía el Papa Juan XXIII, a todos
corresponde la tarea de establecer un
nuevo sistema de relaciones de
convivencia basadas en la justicia y
en el amor (cf. Pacem in terris
[11 abril 1963]: AAS 55
[1963], 301-302).
¡Que una
cadena de compromiso por la paz una a
todos los hombres y mujeres de buena
voluntad! Es una fuerte y urgente
invitación que dirijo a toda la
Iglesia Católica, pero que hago
extensiva a todos los cristianos de
otras confesiones, a los hombres y
mujeres de las diversas religiones y
también a aquellos hermanos y hermanas
no creyentes: la paz es un bien que
supera cualquier barrera, porque es un
bien de toda la humanidad.
Lo repito alto
y fuerte: no es la cultura de la
confrontación, la cultura del
conflicto, la que construye la
convivencia en los pueblos y entre los
pueblos, sino ésta: la cultura del
encuentro, la cultura del diálogo;
éste es el único camino para la paz.
Que el grito
de la paz se alce con fuerza para que
llegue al corazón de todos y todos
depongan las armas y se dejen guiar
por el deseo de paz.
Por esto,
hermanos y hermanas, he decidido
convocar en toda la Iglesia, el
próximo 7 de septiembre, víspera de la
Natividad de María, Reina de la Paz,
una jornada de ayuno y de oración por
la paz en Siria, en Oriente Medio y en
el mundo entero, y también invito a
unirse a esta iniciativa, de la manera
que consideren más oportuno, a los
hermanos cristianos no católicos, a
los que pertenecen a otras religiones
y a los hombres de buena voluntad.
El 7 de
septiembre en la Plaza de San Pedro,
aquí, desde las 19.00 a las 24.00
horas, nos reuniremos en oración y en
espíritu de penitencia para implorar
de Dios este gran don para la amada
nación siria y para todas las
situaciones de conflicto y de
violencia en el mundo. La humanidad
tiene necesidad de ver gestos de paz y
de oír palabras de esperanza y de paz.
Pido a todas las Iglesias particulares
que, además de vivir esta jornada de
ayuno, organicen algún acto litúrgico
por esta intención.
Pidamos a
María que nos ayude a responder a la
violencia, al conflicto y a la guerra,
con la fuerza del diálogo, de la
reconciliación y del amor. Ella es
Madre. Que Ella nos ayude a encontrar
la paz. Todos nosotros somos sus
hijos. Ayúdanos, María, a superar este
difícil momento y a comprometernos,
todos los días y en todos los
ambientes, en la construcción de una
auténtica cultura del encuentro y de
la paz. María, Reina de la Paz, ruega
por nosotros
Papa Francisco