MUJERES
Hoy es uno de esos días turgentes, anticipado ya en la gigantesca luna que me habla de tus regalos de transfiguración -esa que me conecta con la intensidad, con la pasión de lo femenino, con mi abrazo fundacional lanzándome a la palabra-. El agua abruma cada una de mis células, empuja hacia afuera, apura nueva expansión.
En la confluencia. Mi mamá cumple años, de esos números fuertes que terminan con cinco; el mismo día, hoy, mi hija culmina su secundario. Y entre ambas yo, mi propio proceso camino a los 45, hacia los veinticinco años de profesión. Frente a un modo en estreno aún, de maternar, de recrear y recrearme, de ser hija y hermana.
Mujeres. Compañeras de ruta al fin de cuentas. Aprendiendo de encuentros y desencuentros. De banquinas y andares. De palabras y silencios, algunos compartidos y otros de los que abren distancias.
Sumándonos a la interminable corriente, al río de mujeres, más de 50.000 años marchando, provocando al viento. Mujeres impulsando la vida, poniendo la carne y la sangre y la transpiración en lo cotidiano; arrojando mordazas, inaugurando voces. Contracción y aperturas, quiebre y brote. Los ciclos, acoger y soltar, abandonar lo muerto, limpiar el terreno para lo por venir.
Desde aquellos inicios, mujeres sanadoras, expertas en raíces curativas y en la interpretación de los padecimientos, en la cercanía con el dolor; desde allí acompañando partos de todo tipo, incitando a hacernos cargo unos de otros, a expandir las fronteras de la comunidad. Desde allí mujeres en contacto con el mundo de los espíritus, con lo “que no se ve”; abiertas a crecer hasta lo infinito. Potenciando multitudes en, desde y hacia la trascendencia.
Mujeres en espera y en desesperación, creando lo impensable. Creyendo en la utopía.
También, mujeres aplastadas, acalladas, cercenadas. Mutilaciones expresas y otras más sutiles aunque no menos cruentas. Sin voz ni manos constructoras. Resistiendo. No siempre. Resistiendo.
Haciendo lazos. Siempre que pueden. Entramando existencias. Generando ronda, para danzar o para marchar en las plazas. Circularidad. Hermandades revolucionarias.
Me sorprendiste, “Mujer, quedas libre”, enderezando espaldas sobrecargadas. Me sorprendes, alentando mujeres a sacudirse los excesos, a aliviar cargas ancestrales, a liberarse para liberar. En tus tiempos, y en estos nuestros, cuando tanto se ha caminado y tanto más queda aún por andar. Tu salvación es estirar umbrales, cruzar juntos “a la otra orilla” una vez más.
Me agita las entrañas tu empuje amplificador. Te haces gestación, en mis honduras –en las oscuridades, en los huecos, en cada recodo de mi femineidad. Y elijo ser “tierra para darte fruto”, dejarte concebir en mí algo de la humanidad nueva.
Sandra Hojman
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