dilluns, 20 de febrer del 2023
Un discurs obrer del Papa Francesc
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Os doy la bienvenida y doy las gracias al presidente por sus corteses palabras. Hace cincuenta años vuestro Movimiento movía los primeros pasos bajo la bendición del Papa san Pablo VI; y hoy habéis venido a compartir conmigo este momento de gratitud. Gracias por el bien sembrado en estos años de vida. Gracias por el compromiso con el que os habéis puesto al servicio de la sociedad italiana a través de las actividades de formación, los círculos, el patronato, la atención al mundo del trabajo en las varias facetas y el servicio civil.
Los cincuenta años son también un tiempo para mirar con realismo a la propia historia, hecha de tantas gratuidades y también de fatigas en el testimonio cristiano. Es importante no abandonarse a formas auto celebrativas, sino reconocer la acción del Espíritu Santo entre los pliegues de vuestra historia, no tanto en los sucesos llamativos, sino más bien en los humildes y cotidianos. Este aniversario podría ayudaros a caminar en dos direcciones: una obra de purificación y una nueva siembra. Ambas: purificar y sembrar.
La purificación siempre es necesaria, siempre, para todos nosotros y en todas las experiencias humanas. Somos pecadores y necesitamos la misericordia como el aire que respiramos. La disponibilidad a la conversión, a dejarse purificar, a cambiar vida, a cambiar estilo, es signo de valentía, de fuerza, no de debilidad; la terquedad es signo de debilidad. Se trata de acoger la novedad del Espíritu sin poner obstáculos: permitir que los jóvenes encuentren espacio, que el espíritu de gratuidad sea custodiado y compartido, que no se pierda la iniciativa de los inicios prefiriendo decisiones tranquilizadoras que no ayudan a vivir las novedades de los tiempos. Sois un movimiento nacido a raíz del Vaticano II y podéis narrar la fecundidad de esa época eclesial y social. Os animo a reencontrar el impulso de los inicios, bien visible en el entusiasmo con el que vivís el vínculo eclesial en vuestras zonas y en la gratuidad del servicio a las exigencias de los trabajadores. El Concilio nos ha llamado a leer los signos de los tiempos —y sobre todo nos ha dado el ejemplo—; por eso, conscientes de los cambios sociales, podéis preguntaros: ¿cómo ser fieles al servicio de los trabajadores hoy? ¿Cómo vivir el esfuerzo de conversión ecológica y de pacificación? ¿Cómo animar la sociedad italiana en el campo económico, político, laboral, contribuyendo a discernir con los criterios de la ecología integral y de la fraternidad?
Estos son los motivos de una nueva siembra que os espera. Mientras se celebra, se mira adelante. De hecho, esto no es solo tiempo de recoger frutos: es también tiempo de sembrar nuevamente. Nos lo impone la época difícil que estamos viviendo. La pandemia y la guerra han hecho el clima social más oscuro y pesimista. Esto os llama a ser sembradores de esperanza. Empezando por vosotros mismos, por vuestro tejido asociativo: que vuestras puertas estén siempre abiertas; que los jóvenes se sientan no solo huéspedes, sino protagonistas, con su capacidad de imaginar una sociedad diferente.
Quisiera proponeros también un compromiso específico sobre el tema del trabajo. Sois movimiento de trabajadores, y podéis contribuir a llevar sus preocupaciones dentro de la comunidad cristiana. Es importante que los trabajadores estén como en casa en las parroquias, en las asociaciones, en los grupos y en los movimientos; que sus problemas sean tomados en serio; que su petición de solidaridad pueda ser acogida. De hecho, el trabajo atraviesa una fase de transformación que debe ser acompañada. Las desigualdades sociales, las formas de esclavitud y de explotación, las pobrezas familiares a causa de la falta de trabajo o de un trabajo mal retribuido son realidades que deben encontrar escucha en nuestros ambientes eclesiales. Son formas más o menos de explotación: llamemos a las cosas por su nombre. Os exhorto a tener la mente y el corazón abiertos a los trabajadores, sobre todo si son pobres e indefensos; a dar voz a quien no tiene voz; a no preocuparos tanto por vuestros inscritos, sino a ser levadura en el tejido social del país, levadura de justicia y de solidaridad.
De la parábola evangélica de los obreros llamados a las diferentes horas del día (cfr. Mt 20,1-16) aprendemos que cada época de la historia, como cada hora del día, es tiempo propicio para dar la propia contribución y tratar de ofrecer una respuesta. Nadie debe sentirse excluido del trabajo. Que no falte vuestro compromiso para promover el trabajo femenino, para favorecer el acceso de los jóvenes al trabajo, con contratos dignos y no de hambre, para salvaguardar tiempos y espacios de respiro para la familia, para el voluntariado y para el cuidado de las relaciones. Por favor, ¡rechazad toda forma de exploración!
Sé que hacéis referencia a la doctrina social de la Iglesia: os exhorto a seguir haciéndolo y, si es posible, siempre mejor. Los principios de solidaridad y subsidiaridad, correctamente conjugados, están en la base de una sociedad que incluye, no descarta a nadie y favorece la participación. Sin la subsidiaridad no hay verdadera solidaridad, porque se corre el riesgo de no dar voz a las capacidades, a los talentos que florecen en los cuerpos intermedios. Las familias, las cooperativas, las empresas, las asociaciones son el tejido vivo de la sociedad. Darles espacio y voz significa liberar energías para que el bien común sea fruto del empeño y de la solidaridad entre todos.
La Encíclica Fratelli tutti recuerda que «gracias a Dios tantas agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a paliar las debilidades de la Comunidad internacional, su falta de coordinación en situaciones complejas, su falta de atención frente a derechos humanos fundamentales y a situaciones muy críticas de algunos grupos. Así adquiere una expresión concreta el principio de subsidiariedad, que garantiza la participación y la acción de las comunidades y organizaciones de menor rango, las que complementan la acción del Estado» (n. 175). Esta tercera guerra mundial en curso nos hace conscientes de que la renovación nace desde abajo, donde si viven las relaciones con solidaridad y confianza. No nos dejemos robar la valentía de nuevos inicios de reconciliación y de fraternidad.
Queridos amigos, os doy las gracias por haber venido a celebrar vuestro medio siglo de actividad. Que san José os inspire siempre a vivir el trabajo con fe y con pasión. De corazón os bendigo a todos vosotros y a vuestras familias. ¡Os deseo feliz Navidad! Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Gracias!
diumenge, 5 de febrer del 2023
Prioritzar la salut i la seguretat a la feina
Iglesia por el Trabajo Decente prioriza la salud y la
seguridad en el trabajo
CON EL LEMA “UN
TRABAJO DECENTE TIENE QUE SER UN TRABAJO SALUDABLE”, LA INICIATIVA IGLESIA POR
EL TRABAJO DECENTE (ITD) PRIORIZA SUS DINÁMICAS Y COMPROMISOS, PREVISTOS PARA
EL AÑO 2023, EN TORNO A LA SALUD Y LA SEGURIDAD EN EL TRABAJO.
La pérdida de la salud en el trabajo y, en excesivas
ocasiones, de la vida, es un grave problema que necesita ser abordado en
profundidad. Por este motivo, la iniciativa de Iglesia por el Trabajo Decente
quiere “poner el acento y crear conciencia sobre esta realidad que haga visible
a las víctimas de la siniestralidad, porque solo, haciendo visible el problema
en el seno de la sociedad podremos empezar a solucionarlo”.
La iniciativa, promovida por Cáritas, CONFER, HOAC, JEC, JOC
y Justicia y Paz, es consciente de la dramática realidad de siniestralidad
laboral existente en el mundo del trabajo. El dato más significativo es la
pérdida de vida en el trabajo: En nuestro país, cada día se producen 2
siniestros laborales con resultado de muerte. En el periodo comprendido entre
enero y noviembre de 2022, 770 personas trabajadoras perdieron la vida en
accidente laboral y la siniestralidad laboral aumenta dramáticamente, según los
datos oficiales del Ministerio de Trabajo y Economía Social.
En este sentido, ITD señala que el magisterio social de la
Iglesia enuncia, entre los derechos de los trabajadores y de las trabajadoras,
el derecho «a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten
perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad
moral». (Compendio de la DSI, 301). Además, esta prioridad de la iniciativa,
coincide con el 20 aniversario de la conmemoración del Día Internacional de la
Salud y la Seguridad en el Trabajo, que se celebra el 28 de abril y es
convocada por la Organización Internacional del Trabajo para promover la
prevención de los accidentes del trabajo y las enfermedades profesionales en
todo el mundo.
ITD recuerda, por noveno año consecutivo. que la dignidad
del trabajo y el trabajo decente es una prioridad humana y, por ello, una
prioridad cristiana y, por tanto, compromiso de toda la Iglesia. Por eso,
durante 2023, la iniciativa incorporará este aspecto de la siniestralidad
laboral en cada una de las convocatoria que tiene previsto desarrollar: en el 8
de marzo, Día Internacional de la Mujer; en el citado 28 de abril; en el 1º de
Mayo, Día del Trabajo; y en el 7 de octubre, fecha que se celebra la Jornada
Mundial por el Trabajo Decente.
Asimismo, la iniciativa se plantea continuar dialogando con
los responsables de la Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal
Española, así como abrir un espacio de relación bilateral con la Oficina para
España de la Organización Internacional del Trabajo
Implantación y desarrollo diocesano
Las convocatorias de ITD tienen un desarrollo específico en
las diócesis del país. En estas se potenciará la sensibilización sobre esta
iniciativa y sus dinámicas con los obispos diocesanos, en las parroquias, en
centros educativos o mediante el diálogo con organizaciones sociales y
sindicales.