dimarts, 27 de juliol del 2021
divendres, 9 de juliol del 2021
dimecres, 7 de juliol del 2021
Una entrevista amb llum pròpia
ENTREVISTA ROCÍO ELVIRA QUEZADA
Òscar Bardají i Martín
Alimentar la llum interna
L’ACO (Acció Catòlica Obrera)
té una nova presidenta: la sociòloga Rocío Elvira, que comparteix el càrrec amb
Santi Boza. Els seus objectius són: «acompanyar els grups, fent que les persones
que pertanyen al moviment —més de 700— s’identifiquin amb ell i se sentin
acollides; treballar la incorporación de nous grups, i perquè això sigui possible
cal fer feina a l’entorn del treball, relació amb parròquies i grups d’Església».
Per què és necessària la tasca de l’ACO?
És important perquè alimenta
la llum interna dels treballadors cristians. Ho duem a terme des de la revisió
de vida a través de l’Evangeli; ho fem en grups, perquè això genera comunitat
cristiana, i aquesta es manifesta en les accions comunitàries que aporten les
persones en el seu dia a dia. En temps de grans dificultats, com ara amb la
pandèmia, necessitem una xarxa espiritual que ens sostingui.
Per què una presidència compartida?
És una metàfora de la
importància de fer el camí acompanyats: per parlar de la paraula de Déu, per
sostenir-nos en el dolor, en les preocupacions i també per celebrar
conjuntament el que la vida ens ofereix. La presidència compartida és compartir
la visió femenina i la masculina del moviment i, per suposat, de la societat.
Com a sociòloga, com valora la situación actual de la
pastoral obrera?
La sociologia aplicada a la
pastoral ens obre finestretes per comprendre el món d’avui en un context més
ampli. I, a partir d’aquí, què és el que podem fer des de la nostra realitat
per construir una societat que treballi per la justícia, per la igualtat…
Aquests valors universals, il·luminats per l’Evangeli, ens ajuden a viure amb
esperança i amb il·lusió. La societat actual necessita elements que ajudin a
veure la vida des d’una altra vessant, una força interna que pugui sostenir-te
i que et doni una empenta per cercar Déu en la petitesa del dia a dia.
dilluns, 5 de juliol del 2021
Un cuento para reflexionar
La voracidad del capitalismo trajo la Covid-19
He sostenido la tesis de que la Covid-19 es un contraataque de la Madre-Tierra contra el sistema del capital y de su expresión política, el neoliberalismo. Ella ha sido agredida y devastada de tal manera que nos envió un arma suya, invisible, el coronavirus, como una alerta y una lección. Este puso de rodillas, humilladas, a las potencias militaristas que con sus armas de destrucción masiva podrían acabar con la vida sobre el planeta. Si se perpetúa la guerra contra el planeta, este podrá no querernos más. Un virus más letal, inmune a cualquier vacuna, podría llevar a gran parte de la especie humana a su fin.
Tal eventualidad no es imposible pues este sistema de muerte de seres de la naturaleza y de seres humanos, al decir del Papa Francisco, posee una tendencia suicida. Prefiere correr el riesgo de morir antes que renunciar a su voracidad.
Este cuento de Leo Tolstói (1828-1910), contado a los peones de su hacienda Yásnaya Poliana con el título De cuanta Tierra necesita un hombre, puede hacernos reflexionar.
«Había una vez un campesino que trabajaba un trozo de tierra que no era muy fértil. Trabajaba mucho pero sin mucho fruto. Envidiaba a sus vecinos que tenían más tierras y cosechas más abundantes. Estaba especialmente molesto por los elevados impuestos que tenía que pagar sobre su pequeña tierra y sus escasas ganancias.
Un día después de mucho pensar resolvió: “me voy con mi compañera lejos de aquí, en busca de tierras mejores”. Supo que a muchas leguas de su casa había gitanos que vendían tierras muy baratas, hasta por precios irrisorios cuando veían a alguien muy necesitado y con ganas de trabajar.
Aquel campesino, deseoso de poseer mucha más tierra para cultivar y hacerse rico, pensó: “voy a hacer un pacto con el diablo. Este me va a dar suerte”, dijo a su mujer, que torció el gesto. Y le advirtió:
“Marido mío, mucho cuidado con el diablo, nunca sale nada bueno de hacer un pacto con él; esa codicia tuya te va a echar a perder”.
Pero, ante la insistencia del marido, decidió acompañarlo para realizar su ambicioso proyecto. Así que partieron, llevando pocas pertenencias.
Cuando llegaron a las tierras de los gitanos, el diablo ya estaba allí, bien trajeado, dando la impresión de ser un influyente mercader de tierras. El campesino y su mujer saludaron educadamente a los gitanos. Cuando iban a expresar su deseo de adquirir tierras, el diablo, sin ceremonias, se le anticipó y dijo:
“Buen señor, veo que viene de lejos y tiene gran deseo de poseer buenas tierras para plantar y hacer alguna fortuna. Tengo una excelente propuesta que hacerle. Las tierras son baratas, al alcance de su bolsillo. Le propongo lo siguiente: usted pone una cantidad razonable de dinero en una bolsa aquí, a mi lado. El territorio que usted recorra a lo largo de todo un día, desde el amanecer hasta la puesta del sol, siempre que esté de vuelta antes de ponerse el sol, esa tierra recorrida será suya. En caso contrario perderá el dinero de la bolsa”.
Los ojos del campesino brillaron de emoción y dijo:
“Me parece una propuesta excelente. Tengo piernas fuertes y acepto. Mañana bien temprano, al amanecer, me pongo a correr y todo el territorio que mis piernas puedan alcanzar será mío”.
El diablo, siempre malicioso, sonrió contento.
Y así fue, bien temprano, apenas el sol rompió el horizonte, el campesino echó a correr. Saltó cercas, atravesó riachuelos y no satisfecho ni siquiera se paró para descansar. Veía delante de sí una encantadora planicie verde y rápidamente pensó:“aquí voy a plantar trigo en abundancia”. Mirando a la izquierda se abría un valle muy llano y pensó “aquí puedo hacer una plantación de lino para ropa fina”.
Subió, un poco sin aliento, una pequeña colina y vió que allá abajo surgía un campo de tierra virgen. Y pensó: “quiero también aquella tierra. Allí voy a criar ganado y ovejas y voy a llenar las alforjas de las burras con dinero a más no poder”.
Y así recorrió muchos kilómetros, no satisfecho con lo que había conquistado, pues los lugares que veía eran atractivos y fértiles y alimentaban su deseo incontenible de poseerlos también.
De repente miró el cielo y se dió cuenta de que el sol se estaba ocultando detrás de una montaña. Dijo para sí mismo:
“No hay tiempo que perder. Tengo que volver corriendo, si no perderé todos los terrenos recorridos y, encima, el dinero. Un día de dolor, una vida de amor”, pensó, como decía su abuelo.
Se puso a correr con una velocidad desmedida para sus piernas cansadas. Pero tenía que correr sin reparar en los límites de sus tensos músculos. Incluso se quitó la camisa y dejó caer la bolsa con algo de comida. Siguió mirando la posición del sol, ya cerca del horizonte, enorme y rojo como sangre. Pero aún no se había puesto del todo. Aunque estaba cansadísimo, corría cada vez más, ya no sentía las piernas de tanto esfuerzo. Con tristeza, pensó: “quizás he abarcado demasiado y podría perderlo todo. Pero sigamos adelante”.
Viendo, a lo lejos al diablo, solemnemente de pie y a su lado la saca de dinero, recobró más ánimo, seguro de que iba llegar antes de la puesta de sol. Reunió todas las energías que tenía e hizo un último esfuerzo. Corría, sin pensar en los límites de sus piernas, como que fuera volando. No muy lejos de la llegada, se tiró hacia delante, casi perdiendo el equilibrio. Rehecho, todavía dio algunos pasos largos.
Fue entonces cuando extenuado y ya sin fuerzas, se desplomó en el suelo. Y murió. Su boca sangraba y todo su cuerpo estaba cubierto de arañazos y de sudor.
El diablo, maliciosamente, apenas sonrió. Indiferente al muerto y codicioso, miraba la bolsa de dinero. Todavía se dio el trabajo de hacer una fosa del tamaño del campesino y lo metió dentro. Eran solo siete palmos de tierra, la parte menor que le tocaba de todos los terrenos recorridos. No necesitaba más que eso. Su mujer, como petrificada, presenciaba todo, llorando copiosamente».
Este cuento reverbera las palabras de João Cabral de Melo Neto (1920-1999) en su obra Muerte y Vida Severina (1995). En el funeral del labrador dice el poeta: ”Esta fosa en que estás, con palmos medida, es la cuenta menor que sacaste en vida; es la parte que te cabe de este latifundio”.
De todos los terrenos atrayentes que veía y deseaba poseer, al ávido campesino solo le quedaron al final los siete palmos para su sepultura.
¿No será este el destino del capitalismo y del neoliberalismo?
Leonardo Boff