dissabte, 30 de setembre del 2017

Glossa dominical del bisbe de la diòcesi de Terrassa Josep Àngel Sáiz Meneses



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Per un treball decent
30 setembre 2017

El proper 7 d’octubre es celebra la Jornada Mundial pel Treball Decent, que la Confederació Sindical Internacional impulsa i organitza. Ara bé, ¿què s’entén per treball decent? Amb el concepte de treball decent s’expressa el que ha de ser una feina digna. El significat originari del treball es dur a terme el compliment del mandat de Déu expressat en el llibre del Gènesi desenvolupant l’obra de la creació. Al mateix temps es desenvolupa i es perfecciona la persona humana perquè es propicia el desplegament de les seves capacitats. Ara bé, quan no es respecten els principis i els drets laborals fonamentals, quan no es rep una paga justa i proporcional, quan l’activitat no es realitza amb la suficient cobertura social o es realitza amb alguna mena de discriminació, aquest treball no és un treball decent.

Com ho assenyalava sant Joan Pau II en el discurs que pronuncià en la celebració del Jubileu dels Treballadors, “tots hem de col·laborar perquè el sistema econòmic en el que vivim, no alteri l’ordre fonamental de la prioritat del treball sobre el capital, del bé comú sobre el privat. És molt necessari constituir en el món una coalició a favor del ‘treball digne’. La globalització és avui un fenomen present en tots els àmbits de la vida humana, però és un fenomen que cal gestionar amb saviesa: Cal globalitzar la solidaritat”. Els avanços de la ciència i de la tècnica, el desenvolupament de les noves tecnologies, obren unes possibilitats de progrés que no ens podíem imaginar fa pocs anys. Però aquest progrés no pot perjudicar el treball en general i del treball decent. Per això cal globalitzar la solidaritat i globalitzar el treball digne, és a dir, repartir el treball i repartir el benefici perquè tots puguin viure amb dignitat.

El Papa Francesc, quan va rebre les Associacions Cristianes de Treballadors Italians amb motiu del 70 aniversari de la seva fundació, els parlà de la necessitat d’ajudar aquells que no tenen feina, el joves sobretot, així com de dignificar el treball i la vida. El Papa denuncià la situació de desigualtat que viu la societat, “La propagació de la precarietat, del treball en ‘negre’ i del xantatge mafiós fa experimentar sobretot entre les generacions joves que la falta de feina treu la dignitat, impedeix la plenitud de la vida humana i reclama una resposta sol·lícita i vigorosa”; al mateix temps insistí en que “tenim el deure de proposar alternatives equitatives i solidàries que realment es puguin posar en marxa”.

Per a poder viure amb dignitat és necessari un treball decent. La crisi econòmica que encara patim ha portat al predomini del capital sobre el treball i com a conseqüència d’això a un excés d’oferta de personal, i això port a situacions injustes: sous per sota d’allò que és necessari, contractes precaris, falta de seguretat, increment de les desigualtats entre persones, etc. Desde l’Església som sensibles a aquestes situacions, denunciades en el magisteri dels papes i en els documents episcopals i també es duen a terme accions concretes per part de grups i institucions. No és fàcil trobar solucions, però és urgent explorar noves vies per a aconseguir una economia més justa, amb un repartiment més just del treball i del benefici. Confiem que la celebració d’una jornada mundial pel treball decent ens faci més sensibles i compromesos davant aquesta situació.



+ Josep Àngel Saiz Meneses
Bisbe de Terrassa




Por un trabajo decente
30 septiembre 2017

El próximo 7 de octubre se celebra la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, que impulsa y organiza la Confederación Sindical Internacional. Ahora bien, ¿qué se entiende por trabajo decente? Con el concepto de trabajo decente se expresa lo que debe ser un empleo digno. El significado originario del trabajo es llevar a cumplimiento el mandato de Dios expresado en el libro del Génesis desarrollando la obra de la creación. Al mismo tiempo se desarrolla y perfecciona la persona humana, porque se propicia el desarrollo de sus capacidades. Ahora bien, cuando no se respetan los principios y derechos laborales fundamentales, cuando no se recibe una paga justa y proporcional, cuando la actividad no se realiza con la suficiente cobertura social o se realiza con algún tipo de discriminación, este trabajo no es un trabajo decente.

Como señalaba san Juan Pablo II en el discurso que pronunció en la celebración del Jubileo de los Trabajadores, “todos debemos colaborar para que el sistema económico, en el que vivimos, no altere el orden fundamental de la prioridad del trabajo sobre el capital, del bien común sobre el privado. Es muy necesario constituir en el mundo una coalición en favor del ‘trabajo digno’. La globalización es hoy un fenómeno presente en todos los ámbitos de la vida humana, pero es un fenómeno que hay que gestionar con sabiduría. Es preciso globalizar la solidaridad”. Los avances de la ciencia y de la técnica, el desarrollo de las nuevas tecnologías, abren unas posibilidades de progreso inimaginables hace unos pocos años. Pero ese progreso no puede ir en detrimento del empleo en general y del empleo decente. Por eso es preciso globalizar la solidaridad y globalizar el trabajo digno, es decir, repartir el trabajo y repartir el beneficio para que todos puedan vivir con dignidad.

El Papa Francisco, cuando recibió a las Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos con motivo del 70 aniversario de su fundación, les habló de la necesidad de ayudar a aquellos que no tienen empleo, sobre todo a los jóvenes, así como de dignificar el trabajo y la vida. El Papa denunció la situación de desigualdad que vive la sociedad, “la propagación de la precariedad, del trabajo en ‘negro’ y del chantaje mafioso hace experimentar sobre todo entre las jóvenes generaciones que la falta de empleo quita la dignidad, impide la plenitud de la vida humana y reclama una respuesta solícita y vigorosa”; a la vez insistió en que “debemos proponer alternativas equitativas y solidarias que realmente se puedan poner en marcha”.

Para poder vivir con dignidad es necesario un trabajo decente. La crisis económica que aún padecemos ha llevado al predominio del capital sobre el trabajo y como consecuencia de ello a un exceso de oferta de personal, lo que da lugar a situaciones injustas: sueldos por debajo de lo que es necesario, contratos precarios, falta de seguridad, incremento de las desigualdades entre personas, etc. Desde la Iglesia somos sensibles a estas situaciones, denunciadas en el magisterio de los papas y en los documentos episcopales y también se llevan a cabo acciones concretas por parte de grupos e instituciones. No es fácil encontrar soluciones, pero es urgente explorar nuevas vías para conseguir una economía más justa, con un reparto más justo del trabajo y del beneficio. Confiamos que la celebración de una jornada mundial por el trabajo decente nos haga más sensibles y comprometidos ante esta situación.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

divendres, 22 de setembre del 2017

Manifest de la POC davant la situació actual a Catalunya


Un calendari obrer

CALENDARI EQUIP 
DE PASTORAL OBRERA 
DE LA DIÒCESI DE TERRASSA

26 de setembre de 2017
7 de novembre de 2017
16 de gener de 2018
20 de febrer de 2018
10 d'abril de 2018
12 de juny de 2018

dilluns, 11 de setembre del 2017

Acte festiu sobre la llei de la Renda Garantida de Ciutadania


Amb la guia de la Renda Garantida de Ciutadania, podeu clicar els enllaços

El trabajo visto por el papa Francisco

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EL PAPA FRANCISCO: EL TRABAJO SIN LA PERSONA SE VUELVE INHUMANO

Discurso del Papa Francisco en audiencia a los delegados de la Confederación Italiana del Sindicato de los Trabajadores (CISL) con motivo de su XVIII Congreso Nacional cuyo tema es Para la persona, para el trabajo. Aula Pablo VI, 28.06.2017
 
Os doy la bienvenida con motivo de  vuestro congreso, y agradezco al secretario general su presentación.
Habéis elegido un lema muy hermoso para este congreso: Para la persona, para el trabajo. Persona y trabajo son dos palabras que pueden y deben juntarse. Porque si pensamos y decimos trabajo sin decir persona, el trabajo termina por convertirse en algo inhumano que, olvidándose de las personas se olvida y se pierde a sí mismo. Pero si pensamos en la persona sin el trabajo decimos algo parcial, incompleto, porque la persona se realiza plenamente cuando se convierte en trabajador, en trabajadora; porque el individuo se convierte en persona cuando se abre a los demás, en la vida social, cuando florece en el trabajo. La persona florece en el trabajo. El trabajo es la forma más común de cooperación que la humanidad haya producido en su historia. Cada día, millones de personas cooperan simplemente trabajando: educando a nuestros hijos, maniobrando equipos mecánicos, resolviendo asuntos en una oficina… El trabajo es una forma de amor cívico, no es un amor romántico ni siempre intencional, pero es un amor verdadero, auténtico, que nos hace vivir y saca adelante el mundo.
Por supuesto, la persona no es solo trabajo… Tenemos que pensar en la saludable cultura del ocio, de saber descansar. No es pereza, es una necesidad humana. Cuando pregunto a un hombre, a una mujer, que tiene dos, tres hijos: “Pero dígame, ¿Usted juega con sus hijos? ¿Tiene este “ocio?”- “¡Eh!, sabe, cuando voy al trabajo, todavía están dormidos, y cuando vuelvo ya están acostados”. Esto es inhumano. Por eso, junto con el trabajo, hay que tener la otra cultura. Porque la persona no es solamente trabajo; porque no trabajamos siempre y no siempre tenemos que trabajar. De niños no se trabaja y no se debe trabajar. No trabajamos cuando estamos enfermos, no trabajamos cuando somos ancianos. Hay muchas personas que todavía no trabajan, o que ya no trabajan. Todo esto es cierto y sabido, pero hay que recordarlo también hoy, cuando en el mundo todavía hay demasiados niños y chicos que trabajan y no estudian, mientras el estudio es el único “trabajo” bueno de los niños y de los jóvenes. Y cuando no siempre y no a todos se les reconoce el derecho a una jubilación justa -ni demasiado pobre ni demasiado rica-: las “jubilaciones  de oro” son un insulto al trabajo no menos grave que el de las jubilaciones demasiado pobresporque vuelven perennes las desigualdades del tiempo del trabajoO cuando un trabajador enferma y se le descarta del mundo del trabajo en nombre de la eficiencia -y, sin embargo, si una persona enferma puede, dentro de sus límites, trabajar, el trabajo también desempeña una función terapéutica-: a veces uno se cura trabajando con los demás, trabajando juntos, para los demás.
Es una sociedad necia y miope la que obliga a las personas mayores a trabajar demasiado tiempo y a una entera generación de jóvenes a no trabajar cuando deberían hacerlo para ellos y para todos. Cuando los jóvenes están fuera del mundo del trabajo, las empresas carecen de energía, de entusiasmo, de innovación, de alegría de vivir, que son bienes comunes preciosos que mejoran la vida económica y la felicidad pública. Es urgente un nuevo contrato social humano, un nuevo contrato social para el trabajo, que reduzca las horas de trabajo de los que están en la última temporada laboral para crear puestos de trabajo para los jóvenes que tienen el derecho y el deber de trabajar. El don del trabajo es el primer don de los padres y de las madres a los hijos y a las hijas, es el primer patrimonio de una sociedad. Es la primera dote con que los ayudamos a despegar hacia el vuelo libre de la vida adulta.
Me gustaría hacer hincapié en dos desafíos trascendentales que el hoy el movimiento sindical debe afrontar y superar si quiere seguir desempeñando su papel esencial para el bien común.
El primero es la profecía, y se refiere a la naturaleza misma del sindicato, a su verdadera vocación. El sindicato es una expresión del perfil profético de una sociedad. El sindicato nace y renace cada vez que, como los profetas bíblicos, da voz a los que no la tienen, denuncia al pobre “vendido por un par de sandalias” (cfr Amós 2, 6), desenmasca a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables, defiende la causa del extranjero, de los último, de los “descartes”. Como demuestra la gran tradición de la CISL, el movimiento sindical tiene sus grandes temporadas cuando es profecía. Pero en nuestras sociedades capitalistas avanzadas el sindicato corre el peligro de perder esta naturaleza profética y de volverse demasiado parecido a las instituciones y a los poderes que, en cambio, debería criticar. El sindicato, con el  pasar del tiempo, ha acabado por parecerse demasiado a la política, o mejor dicho, a los partidos políticos, a su lenguaje, a su estilo. En cambio, si se olvida de esta dimensión típica y diferente, también su acción dentro de las empresas pierde potencia y eficacia. Esta es la profecía.
Segundo desafío: innovación. Los profetas son centinelas, que vigilan desde su atalaya. También el sindicato tiene que vigilar desde las murallas de la ciudad del trabajo, como un centinela que mira y protege a los que están dentro de la ciudad del trabajo, pero que mira y protege también a los que están fuera de las murallas. El sindicato no realiza su función esencial de innovación social si vigila solo a los que están dentro, si solo protege los derechos de las personas que trabajan o que ya están retiradas. Esto se debe hacer, pero es la mitad de vuestro trabajo. Vuestra vocación es también proteger los derechos de quien todavía no los tiene, los excluidos del trabajo que también están excluidos de los derechos y de la democracia.
El capitalismo de nuestro tiempo no comprende el valor del sindicato, porque se ha olvidado de la naturaleza social de la economía, de la empresa. Este es uno de los pecados más graves. Economía de mercado: no. Digamos economía social de mercado, como enseñaba san Juan Pablo II: economía social de mercado. La economía se ha olvidado de la naturaleza social de su vocación, de la naturaleza social de la empresa, de la vida, de los lazos, de los pactos. Pero tal vez nuestra sociedad no entiende al sindicato porque no lo ve luchar lo suficiente en los lugares de los “derechos del todavía no”, en las periferias existenciales, entre los descartados del trabajo. Pensemos en el 40% de jóvenes menores de 25 años que no tienen trabajo. Aquí, en Italia. ¡Y allí es donde tenéis que luchar! Son periferias existenciales. No lo ve luchar entre los inmigrantes, de los pobres, que están bajo las murallas de la ciudad; o simplemente no lo entiende por qué a veces –pero pasa en todas las familias– la corrupción ha entrado en el corazón de algunos sindicalistas. No os dejéis bloquear por esto. Sé que os se estáis esforzando ya desde hace tiempo en la dirección justa, sobre todo con los migrantes, con los jóvenes y con las mujeres.  Y lo que os digo ahora podría parecer superado, pero en el mundo del trabajo la mujer es todavía de segunda clase. Podriaís decirme: “No, hay esa empresaria, esa otra…”. Sí, pero la mujer gana menos, se la explota con más facilidad… Haced algo. Os animo a continuar y, si es posible, a hacer más. Vivir las periferias puede convertirse en una estrategia de acción, en una prioridad del sindicato de hoy y de mañana. No hay una buena sociedad sin un buen sindicato, y no hay un buen sindicato que no renazca todos los días en las periferias, que no transforme las piedras descartadas por la economía en piedras angulares. Sindicato es una hermosa palabra que viene del griego dike, es decir justicia y syn juntos. Es decir, justicia juntos. No hay justicia juntos si no es junto con los excluidos de hoy.
Os agradezco este encuentro, os bendigo, bendigo vuestro trabajo y os deseo lo mejor para vuestro Congreso y vuestro trabajo diario. Y cuando nosotros en la Iglesia hacemos una misión , por ejemplo, en una parroquia el obispo dice: “Hagamos la misión para que toda la parroquia se convierta, es decir vaya a mejor”. También vosotros “convertíos”: id a mejor en vuestro trabajo, que sea mejor. ¡Gracias!
Y ahora os pido que recéis por mí, porque yo también tengo que convertirme en mi trabajo; cada día tengo que ir a mejor para ayudar y cumplir mi vocación. Rezad por mí y quisiera daros la bendición del Señor.