Discurso de Jean-Luc Mélenchon en la Asamblea Nacional, 5 de diciembre de 2018 (PARÍS)
Señor primer ministro:
Escuché
con atención su discurso y entendí -como creo muchos aquí- una especie
de informe de despedida. No es el caso. Esto no es un ataque personal:
es una apreciación política. No es el caso. Y prefiero decírselo
francamente: felices
los días que vivimos pues Francia entró en un estado de insumisión
general contra un orden injusto que duró muchísimo tiempo. Aquí
están los millones de personas que la vida había invisibilizado, en el
hexágono y en la Francia de ultramar. Aquí están los millones de
personas, el pueblo que entra en el escenario de la historia de Francia.
Un giño a la historia: ese
chaleco amarillo que da visibilidad en la calle y que es parte del
uniforme de construcción se convirtió en un tipo de nuevo gorro frigio
de los franceses que se liberan de la resignación, del
aislamiento, de ese silencio herido que se mantuvo por dignidad. Y para
no darse por vencidos. Finalmente, aquí están los reclamos -altos y
fuertes- de las pobres vidas reducidas a un infierno por un sistema que
solo alienta la codicia, el consumo ostentoso, el egoísmo social y la
riqueza de unos en detrimento de todos.
No.¡Francia no es una nueva empresa llevada por un geniecillo! ¡Somos
una gran nación educada y politizada, de sesenta y cinco millones de
personas que están hartas de ser tratadas como imbéciles!
¿Cómo
han podido creer que no los veríamos entregar, a cada una de las cien
personas más ricas del país, un millón de euros pensando que los iban a
recuperar en las gasolineras, de los bolsillos de aquellos que desde el
día 15 del mes no saben cómo van a terminar el mes? ¿Cómo han podido
creer que nosotros mismos nos creeríamos, por un instante, que este
programa y estas sobrecargas iban destinadas a la transición ecológica
mientras que caíamos en la cuenta de que, como es evidente, de la suma
de tres mil millones de euros, solo 19% son reservados a las tareas de
transición ecológica? ¿Cómo han podido creer que nosotros no
encontraríamos la carta que les envió la Comisión Europea para explicar
que los impuestos, que ustedes se inventaron, son destinados a compensar
el déficit fiscal por sumas distribuidas copiosamente a los ricos?
¿Cómo han podido, de manera tan ofensiva, decir a la gente del común que
manejarían menos y contaminarían menos al pagar más caro el
combustible? ¿En este loco urbanismo en que vivimos, que mantiene a
todos alejados de todo, ustedes quieren agravar la situación cerrando
correos, cerrando escuelas y cerrando los servicios públicos? La
gente sabe que no puede conducir menos y, en consecuencia, a falta de
conducir menos, comerán menos, se cuidarán menos y podrán ocuparse menos
de las pequeñas alegrías que conforman la vida de cada uno.
La ecología no tiene nada que ver con sus medidas. La
ecología es necesariamente popular. Les falta comprender que no se
puede ser, al mismo tiempo, amigo de los ricos y del género humano.Porque
los ricos no tienen más que intereses particulares y solo el pueblo
lleva sobre sus hombros el interés general. ¿Qué hacen los amigos de
ustedes, los ricos, los tres mil millones que les han dado? ¿Los han
invertido? ¿Los han distribuido en salarios? ¡No! Lo han puesto todo en
especulación.
Aumenten
los salarios, aumenten los mínimos sociales y entonces verán ese dinero
circular por toda la economía para el bien de todos. Revoquen la
sobrecarga de los carburantes y restablezcan el Impôte de Solidarité sur la Fortune (ISF). ¡Ha llegado el momento en que los ricos sean solidarios! Y para el resto, ¡suficiente de oficios manuales!
Una
política ecológica es necesariamente global y debe unificar en su
perímetro todas las aristas de la economía desde el entrenamiento de los
empleados hasta la trasformación profunda de los modos de consumo. Es
por eso que la planificación económica es inevitable. Y es por ella que
debemos comenzar, mas que por un picadillo de medidas, que no sabemos
nunca como encajan las unas con las otras y en qué sentido, para
terminar, se darán. La
planificación ecológica, para lograr el modelo de civilización que
deseamos actualmente, no debe tomar nunca más ventaja sobre la
naturaleza de la que ella es capaz de reconstruir. Es lo que llamamos “regla verde”.
Hoy
estamos aquí reunidos para votar su declaración. No sabemos bien cual
es la votación. Puede ser una confianza ciega la que se nos pide. Esto
será rechazado. No creemos que ustedes entiendan una palabra de lo que les diremos. ¿Por qué? Porque nos conocemos. Lo
que nosotros digamos y lo que digan los “chalecos amarillos”, en el
cuaderno de reclamos presentado, ya lo hemos solicitado aquí y ustedes
ya respondieron:
•
Nosotros les propusimos gravar el combustible de las compañías aéreas y
de los cruceros, lo que recaudaría tanto como el sobrecargo a los
carburantes de las personas pobres que no pueden hacer otra cosa que ir
en carro. Ustedes lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos prohibir el uso de glifosato sobre terrenos. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos un sistema de impuestos más justo que dividiría en catorce rebanadas lo que hoy se parte en cinco, en su mayoría, sobre la clase media. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos que las primeras cantidades de gas, de agua y de electricidad fueran gratuitas para el común de las personas que no pueden prescindir de ello, porque no se puede prescindir de ninguno de estos tres elementos que acabo de mencionar. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos que los más altos salarios de una empresa no fueran superiores veinte veces que el salario más bajo, tal como lo reclama la Confederación Europea de Sindicatos. Ya nos lo han rechazado.
• Nosotros les propusimos gravar las ventas de las casas de más de un millón de euros para financiar la renovación de las viviendas aisladas. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos aplicar el referéndum de iniciativa popular para proponer una ley, para derogar una ley o para remover funcionarios electos. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos prohibir el uso de glifosato sobre terrenos. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos un sistema de impuestos más justo que dividiría en catorce rebanadas lo que hoy se parte en cinco, en su mayoría, sobre la clase media. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos que las primeras cantidades de gas, de agua y de electricidad fueran gratuitas para el común de las personas que no pueden prescindir de ello, porque no se puede prescindir de ninguno de estos tres elementos que acabo de mencionar. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos que los más altos salarios de una empresa no fueran superiores veinte veces que el salario más bajo, tal como lo reclama la Confederación Europea de Sindicatos. Ya nos lo han rechazado.
• Nosotros les propusimos gravar las ventas de las casas de más de un millón de euros para financiar la renovación de las viviendas aisladas. Ustedes nos lo rechazaron.
• Nosotros les propusimos aplicar el referéndum de iniciativa popular para proponer una ley, para derogar una ley o para remover funcionarios electos. Ustedes nos lo rechazaron.
Esto es lo que encontrarán en los cuadernos de reclamos. Al
igual que la Sexta República, de la que algunos aquí se burlaron en
muchas ocasiones, ella surgió de la propia demanda popular. Entiendan
que estos son los gritos de una época, los gritos de un momento
político. Es la historia de Francia que está aconteciendo. ¡Esto no es
solo una molestia en su mandato parlamentario!
Ahora
cuentan con apaciguar el fuego que han avivado posponiendo la
implementación de sus decisiones al día siguiente de las elecciones
europeas. Comprendemos por qué. Ustedes presionan y sueñan con posponer
el dolor seis meses. Pero nadie cree en su conversión al pueblo en seis
meses. Es más posible que no estén en esa curul la semana próxima. Porque
si mandan encarcelar [lit. “embastillan”, aprisionar en la Bastilla]
colegiales hoy, no podrán evitar que sean decenas de miles el viernes en
las calles. De inmediato, los chóferes, los bomberos y los empleados
públicos iniciarían llamadas de huelga que se multiplicarían hora a
hora.
Parece que ustedes le piden a la gente razonable quedarse en casa el sábado. Pero ellos igualmente irán a la calle. Vayan
a decirle al monarca presidencial que las personas razonables están en
las rotondas y en las calles y que no se irán hasta que ustedes se den
por vencidos o se vayan. Dense por vencidos o váyanse. ¡Y cuando se vayan, dense por vencidos antes!
Nota: Jean-Luc Mélenchon és un polític francès, diputat europeu i co-president del Partit d'Esquerra.
Llicenciat en filosofia, Mélenchon va ser militant socialista a partir de 1977.
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