dilluns, 27 d’abril del 2020

Mai més retallades sanitàries!

Església pel Treball Decent en marxa!!!


Iglesia por el Trabajo Decente reclama un ingreso mínimo vital y medidas sociales urgentes para los trabajadores más vulnerables

por Comunicación ITD
Propone, entre otras, la prestación por desempleo para las empleadas de hogar y la regularización extraordinaria de los trabajadores “sin papeles”
En el manifiesto que con motivo de este 1º de Mayo hace público Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), las entidades de inspiración cristiana que impulsan esta iniciativa (Cáritas, Conferencia Española de Religiosos-CONFER, Hermandad Obrera de Acción Católica-HOAC, Justicia y Paz, Juventud Estudiante Católica-JEC y Juventud Obrera Cristiana-JOC) reclaman con urgencia la aprobación de un ingreso mínimo garantizado, el reconocimiento del derecho a la prestación por desempleo para las personas empleadas de hogar, la regularización extraordinaria e inmediata de los trabajadores “sin papeles” y un pacto de Estado que apueste por la centralidad de la persona y el trabajo decente.
En este Primero de Mayo “extraordinariamente marcado por la crisis de la pandemia”, el manifiesto reafirma “que el trabajo es para la vida, que debe garantizarse unas condiciones laborales que protejan la integridad física y psíquica de la persona, y que favorezca su protección social, esenciales para una vida digna”.
Como subrayan las entidades de ITD, “no nos cabe duda de que la crisis laboral y económica provocada por la pandemia del COVID-19 hubiera tenido un menor impacto sin la indecente precariedad laboral, ese 'virus' que caracteriza el sistema de relaciones labores, que lesiona los derechos de las personas trabajadoras y de sus familias; si la sanidad y el conjunto de políticas sociales hubieran contado con los recursos que necesitan y que fueron recortados como consecuencia de la anterior crisis financiera”.
El manifiesto pone el foco en “los empleos más precarizados, como son los de personas trabajadoras del hogar y de cuidados, de la agricultura, de establecimientos de alimentación o repartidoras, que hasta el momento han estado invisibilizados y no han tenido un justo reconocimiento laboral y social”. Se trata de unos sectores laborales que “en este momento de crisis sanitaria, se han ‘descubierto’ como esenciales para la sostenibilidad de la vida, para garantizar el bienestar de todas las personas y que no nos falten alimentos y cuidados durante el periodo de cuarentena”. A pesar de ello, estos trabajadores y trabajadoras siguen “ejerciendo sus funciones en condiciones precarias y en la mayoría de los casos sin la protección adecuada”.
En la actual emergencia social causada por el coronavirus, “el empleo que en primer lugar se ha destruido —denuncia ITD— es el más débil, el que carece de redes de protección social”. Por ello, lanza una llamada “para que se articulen e impulsen todas las medidas necesarias evitando que esto vuelva a pasar y para construir una red de protección social para quienes han perdido empleo, salario y derechos, para que nadie se quede atrás”.
De manera concreta, ITD en España demanda:
  • El reconocimiento de un ingreso mínimo garantizado en un programa articulado que integre las políticas sociales en España.
  • El derecho a la prestación por desempleo para las personas empleadas de hogar, así como el reconocimiento social del trabajo de hogar y de cuidados.
  • La regularización extraordinaria y urgente de los trabajadores y las trabajadoras “sin papeles” y descartados de los derechos de ciudadanía.
  • Un pacto de Estado que, entre otras cuestiones, apueste por la centralidad de la persona y el trabajo decente, piedra angular sobre lo que se sostiene todo lo demás.
  • El fortalecimiento del pilar de los derechos sociales en Europa.
El manifiesto finaliza con una invitación “a las comunidades cristianas a unirnos, desde la distancia física obligatoria, desde nuestras casas, en la celebración y la oración”, y a “participar con creatividad en aquellas acciones que puedan hacer visible la necesidad de un trabajo decente acorde con la dignidad humana”.
Debacle del empleo
ITD subraya los datos más recientes de la realidad del empleo y que, en esta ocasión, muestra un panorama desolador:
- 4 millones de trabajadores afectados por un ERTE, según previsiones del Gobierno.
- 3.548.312 personas desempleadas, según paro registrado a 31 de marzo de 2020.
- 1,4 millones de autónomos han cesado su actividad (solicitudes de ayuda por cese de actividad).
- 833.979 empleos destruidos.
- Más de 1 millón de parados (1.004.595) no reciben ninguna tipo de prestación ni subsidio.
Cabe destacar, además, que el grueso de la pérdida de afiliación se concentra en el régimen general (836.603 personas menos, un descenso del 5,6%), seguido a gran distancia por el régimen de autónomos (40.877 personas menos y un retroceso del 1,3%), el sistema especial del hogar (descenso de 12.060 personas, es decir, una bajada del 1,6%), el sistema especial agrario (6.418 personas menos, descenso del 1,6%) y el régimen especial del mar (pérdida de 2.863 afiliados, lo que supone una merma del 4,5%).
Asimismo, la pérdida de población afiliada por tipo de contrato desde el 12 de marzo se concentra entre la población asalariada con contrato temporal (-550.651 personas, -17,3%) frente a la población asalariada con contrato indefinido (-162.582, -1,9%).
Ha sido la extinción y no renovación de contratos temporales la que, en gran medida, ha provocado la destrucción de empleo. Tanto es así que el porcentaje de caída de la afiliación en los contratos indefinidos, según datos de la Seguridad Social, es del 1,92%, mientras que el porcentaje en relación con la contratación temporal alcanza el 17,30%.
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Campaña en redes sociales 
Documento de orientaciones (pdf) e imágenes para redes sociales.


 Información relacionada 

diumenge, 26 d’abril del 2020

La Glossa del bisbe Josep Àngel sobre el 1r de Maig

El Govern activa dos aplicaciones contra el confinamiento


El Día del Trabajo en medio del confinamiento


El próximo viernes, 1 de mayo, celebraremos la fiesta de san José Obrero, patrono de los trabajadores, fecha que coincide con el Día Mundial del Trabajo. Lo haremos, paradójicamente, en pleno confinamiento, en una situación extraña en la que muchas personas han perdido el empleo, otros no se pueden desplazar a sus lugares de trabajo, y en el mejor de los casos, se trabaja telemáticamente desde sus hogares. Esta celebración litúrgica fue instituida en 1955 por el papa Pío XII. Su deseo era dignificar el trabajo poniendo a san José como su modelo y protector. Otro hito importante tuvo lugar el año 2000, en el Jubileo de los Trabajadores, cuando san Juan Pablo II se dirigió a ellos diciendo: «Queridos trabajadores, empresarios, cooperadores, agentes financieros y comerciantes, unid vuestros brazos, vuestra mente y vuestro corazón para contribuir a construir una sociedad que respete al hombre y su trabajo».
Cuando hablamos del trabajo, no nos referimos a un tema secundario. Se trata de un elemento fundamental de la vida humana que engloba el conjunto de actividades que los seres humanos realizan con el objetivo de alcanzar metas, de producir bienes y servicios para atender las necesidades humanas. Para el creyente tiene además un sentido de  participación en la obra creadora de Dios, así como una ocasión de colaboración y servicio a los demás, y por último un medio de crecimiento y de santificación personal. Nuestro trabajo también comporta una relación con la naturaleza y unas consecuencias con el medio ambiente.
Pero a día de hoy, tenemos que reconocer que el coronavirus está afectando muy seriamente a toda la humanidad. Ha alterado nuestro ritmo y nuestro sistema de vida más allá de lo que se podía imaginar. Sus efectos sobre el mercado laboral están siendo devastadores y lo serán aún más en el futuro inmediato, con una fuerte caída del empleo. Continuamente nos golpean las noticias sobre las repercusiones que esta crisis y el confinamiento comportan en todo el tejido social y económico, sobre todo para los autónomos y para las pequeñas y medianas empresas, y más aún para un sector como el turismo, que es uno de los principales motores de la economía de nuestro país.
Yo me pregunto: ¿Qué podemos decir ante esta situación? Vienen a mi memoria las palabras del papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate, cuando afirmaba que «la Iglesia no pretende ofrecer soluciones técnicas a los problemas de nuestros días, sino recordar los grandes principios éticos sobre los que puede construirse el desarrollo humano”. La Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que la organización de los pueblos y del  mundo entero, no puede llevarse a cabo si no se coloca en el centro a la persona humana y si no se tiene como fundamento último a Dios, que es Creador y Providente, que es Amor, que quiere el bien de sus hijos y les enseña el camino de realización integral y de convivencia como hermanos formando una familia.
Esta pandemia ha puesto en evidencia la fragilidad de nuestro sistema, de nuestras previsiones, de nuestras defensas. Ahora llega el tiempo de la reconstrucción, de plantear muchas cosas de manera diferente, de adoptar un nuevo estilo de vida.  Por nuestra parte hemos que intensificar la vida de fe, el anuncio de Cristo y especialmente la acción caritativa y social con los más afectados por la crisis. Es verdad que el género humano posee suficientes recursos y posibilidades y tiene la experiencia de haber superado otras crisis. Es, pues, la hora del esfuerzo, del compromiso solidario, de la responsabilidad, por encima de intereses personales y partidistas. El papa Francisco nos acaba de proponer un plan para resucitar ante la emergencia sanitaria. Nos ofrece su hoja de ruta para reconstruir el planeta y conformar la civilización del amor frente a “la pandemia de la exclusión y la indiferencia”.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa


El Dia del Treball enmig del confinament


Divendres vinent, el dia 1 de maig, celebrarem la festa de sant Josep Obrer, patró dels treballadors, data que coincideix amb el Dia Mundial del Treball. Ho farem, paradoxalment, en ple confinament, en una situació ben estranya en la que moltes persones han perdut la feina, d’altres no es poden desplaçar als seus llocs de treball, i en el millor dels casos, es treballa telemàticament des de les llars. Aquesta celebració litúrgica va ser instituïda l’any 1955 pel papa Pius XII. El seu desig era dignificar el treball posant sant Josep com el seu model i protector. Una altra fita important va tenir lloc l'any 2000, amb motiu del Jubileu dels Treballadors, quan sant Joan Pau II es va dirigir a ells tot dient: «Estimats treballadors, empresaris, cooperadors, agents financers i comerciants, uniu els vostres braços, la vostra ment i el vostre cor per contribuir a construir una societat que respecti l'home i el seu treball ».
Certament, quan parlem de treball, no estem parlant d’un tema secundari. Es tracta d'un element fonamental de la vida humana que engloba el conjunt d'activitats que els éssers humans realitzen amb l'objectiu d'assolir fites, de produir béns i serveis per atendre les necessitats humanes. Per al creient té a més un sentit de participació en l'obra creadora de Déu, així esdevé una ocasió per col·laborar i servir els altres, i finalment un mitjà de creixement i de santificació personal. El nostre treball també comporta una relació amb la natura i unes conseqüències amb el medi ambient.
Però ara per ara, hem de reconèixer que el coronavirus està afectant molt seriosament a tota la humanitat. Ha alterat el nostre ritme i el nostre sistema de vida més enllà del que hom es podia imaginar. Els seus efectes sobre el mercat laboral estan sent devastadors i ho seran encara més en un futur immediat, amb una forta caiguda de l'ocupació. Contínuament rebem dures notícies sobre les repercussions que aquesta crisi i el confinament comporten en tot el teixit social i econòmic, sobretot per als autònoms i per a les petites i mitjanes empreses, i més encara per a un sector com el turisme, un dels principals motors de l'economia del nostre país.
Jo em pregunto: Què podem dir davant d'aquesta situació? Recordo les paraules del papa Benet XVI en la seva encíclica Caritas in veritate, quan afirmava que "l'Església no pretén oferir solucions tècniques als problemes dels nostres dies, sinó recordar els grans principis ètics sobre els quals pot construir-se el desenvolupament humà". La Doctrina Social de l'Església ens recorda que l'organització dels pobles i de la humanitat, no es pot dur a terme sense col·locar en el centre la persona humana i si no es té com a fonament últim Déu, que és Creador i Provident, que és Amor, que vol el bé dels seus fills i els ensenya el camí de la realització integral i de la convivència com a germans formant una família.
Aquesta pandèmia ha posat en evidència la fragilitat del nostre sistema, de les nostres previsions i de les nostres defenses. Ara és arribat el temps de la reconstrucció, de plantejar moltes coses de manera diferent, d'adoptar un nou estil de vida. Per la nostra part hem d'intensificar la vida de fe, l'anunci de Crist i especialment l'acció caritativa i social amb els més afectats per la crisi. És veritat que el gènere humà té prou recursos i possibilitats i, a més,  l'experiència d'haver superat altres crisis. És, doncs, l'hora de l'esforç, del compromís solidari, de la responsabilitat, per damunt dels interessos personals i partidistes. El papa Francesc ens acaba de proposar un pla per ressuscitar davant l'emergència sanitària. Ens ofereix el seu full de ruta per reconstruir el planeta i conformar la civilització de l'amor davant "la pandèmia de l'exclusió i la indiferència".

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Bisbe de Terrassa

Tornar a la normalitat?


Volver a la normalidad

No quiero volver a la "normalidad"  

Un mes de confinamiento en las casas
Pues yo, lo siento, pero no quiero volver a la "normalidad". No anhelo volver a las caravanas diarias para ir al trabajo, a pasar menos tiempo con mi familia, ni a ver la "boina" negra amenazando el cielo de Madrid, a una educación segregadora y con ratios insostenibles, a la precariedad de la Sanidad, al elitismo de que gane más el que más dinero sea capaz de producir menospreciando labores tan fundamentales en este crisis como las de limpiar, reponer o entregar productos, cuidar a los mayores... Detestaría regresar a la orgía de consumismo compulsivo y sin sentido que nos hacía comprar productos innecesarios y de mala calidad, fabricados en países pobres por personas pobres en condiciones de semiesclavitud, para que otros puedan seguir acumulando sus riquezas, sólo por el hecho de que esas prendas son baratas y de temporada.
Tampoco quiero recuperar esa proximidad ficticia que nos hacía llamar de vez en cuando y casi rutinariamente a nuestros familiares más cercanos, sin importarnos realmente por sus vidas; ni a cruzarme de nuevo con los vecinos en el ascensor sin mirarnos a los ojos y sonreírnos, conscientes de que la vida nos pasa a todos. Ni a seguir viviendo ajeno al resto del mundo, encapsulado en mi "privilegiado" modo de vida. Ni a continuar viendo a los inmigrantes con miedo, como enemigos a los que hay que cerrar el paso con concertinas o muros. No, no quiero volver a la normalidad de la que todo el mundo habla.
No deseo seguir mirando para otro lado y fingir que no pasa nada, que estamos bien, que todo va a salir bien. No quiero resignarme a aceptar que todo se arregla con una vacuna o con una aplicación de geolocalización en el móvil que controle todos nuestros pasos. No quiero seguir escuchando excusas para no hablar de lo importante. No puedo tolerar que haya quienes, por sus propios intereses, mantengan el discurso del negacionismo, pero pretendan mantener las políticas del darwinismo social que están provocando más pérdidas humanas. Volver a esa normalidad en la que se siguen talando árboles y seguimos destruyendo la biodiversidad, en la que seguimos destruyendo el planeta y a gran parte de la humanidad con guerras y explotación por fines económicos. No quiero seguir promoviendo la desigualdad y la injusticia, el abuso al que estamos sometiendo a otras especies animales. Ni pensar que el cambio climático nos queda muy lejos.
Estos días vemos en los medios de comunicación algunas noticias sobre la recuperación de los peces en los canales de Venecia, los delfines en los puertos de Cagliari o el regreso de especies en vías de extinción a algunas costas. Y parece que todo esto fuera una consecuencia anecdótica de lo que nos sucede. Como un "anda, mira, qué bonito" que nada tiene que ver con nuestra forma de vida, con nuestra propia supervivencia. No quiero volver a la normalidad de playas colonizadas por sombrillas, canales turbios y puertos contaminados. Esto no es una anécdota, es sólo un reflejo de lo que nos pasa. Y lo que nos sucede es que no sólo podemos perder nuestra forma de vivir, sino que está en riesgo la vida de muchas personas, tal y como han estado alertando muchos científicos durante estos últimos años. 
Siento que no se habla de lo importante. No se trata de vencer al coronavirus, ni siquiera de cómo voy a sobrevivir este mes. Se trata de cuestionar nuestro modo de vida para poder seguir viviendo más allá de un mes, de un año o una década, y de que nuestros hijos, hijas y aquellos que están por venir también puedan hacerlo. Y, para ello, lo que debería de estar encima de la mesa es que no podemos seguir consumiendo de esta forma.
No podemos seguir devastando los bosques para plantar cereales que dan de comer a los animales de los que nos alimentamos; ni explotándolos en granjas en condiciones de extrema insalubridad que aumentan los riesgos de causar enfermedades; ni sacrificarlos en espacios de tiempo cada vez más cortos que provocan que los virus necesiten aumentar su agresividad y la velocidad de transmisión para continuar con sus ciclos vitales; ni contribuyendo a mercados negros de especies exóticas sólo por el capricho de tener en casa un raro animalito que decora muy bien mi habitación, y cuya presencia no hace más que acercarnos (a nosotros y a nuestros animales) a enfermedades de las que ni habíamos oído hablar y que ahora amenazan con romper de un plumazo todo lo construido; ni utilizando cada día transportes que, a causa de quemar combustibles fósiles, lanzan al aire agentes contaminantes que son los perfectos vehículos de propagación de agentes patógenos por todo el mundo; a seguir plastificando el mar y nuestros acuíferos, plásticos que terminan degradándose y formando parte de la sal que condimenta nuestras comidas o del agua mineral embotellada que bebemos porque la del grifo no nos parece suficientemente fiable...
Porque el coronavirus pasará, más tarde o más temprano. Y no se trata de ser catastrofista, los hechos acontecidos no nos permiten seguir negando las evidencias, que a estas alturas ya parece que se quedaron cortas. Todo apunta a que vendrán nuevas pandemias, a que el calentamiento global ya está aquí y no estamos haciendo nada para amortiguar su efecto imparable. Y seguimos sin hablar de lo importante: ¿qué vamos a hacer para NO volver a la normalidad? ¿Qué vamos a cambiar para garantizar nuestra supervivencia y evitar el sufrimiento de tantas personas?
Sé que esta crisis va a traer unas consecuencias nefastas, sobre todo para los más vulnerables. Y sé que es difícil pensar en todo esto cuando estás afectado por un ERTE o corres el riesgo de tener que cerrar tu empresa familiar. Y mucho más aún si has perdido a alguien y no has podido despedirte, o tienes a alguien a quien quieres enfermo y completamente aislado en el hospital o en un pabellón de un recinto ferial. Sé que es difícil imaginar una normalidad que no sea de la que venimos. Pero habrá que ser creativos. Porque lo que no hemos entendido es que no vamos a volver a "lo de antes", porque cuando podamos salir, tendremos heridas. Algunos habrán perdido a sus seres queridos, otros sus empleos y otros sufrirán aún más precariedad y recortes en sus libertades con la promesa de mantener nuestro "ideal" estilo de vida. Un estilo de vida que, por supuesto, es mejor que en otros lugares del planeta.
Desde luego, y lo es no porque aquí seamos mejores o tengamos más suerte, sino porque nuestro estilo de vida depende en gran medida de su precariedad y de su pobreza. ¿O pensamos que nuestros móviles, nuestra ropa, nuestros coches, nuestras verdura. costarían lo mismo si quienes las producen vivieran en las mismas condiciones que nosotros? Podemos seguir mirando para otro lado, como lo hemos hecho hasta ahora, podemos seguir queriendo "volver a la normalidad", pensar que la Covid-19 es una pequeña anomalía en nuestro camino. Lo que no hemos comprendido es que eso ya no es posible. De esta forma, lo único que conseguiremos es alargar el desastre, posponiendo un sufrimiento que nos va a ir llegando a cuenta gotas y que, al igual que en el experimento de la rana escaldada, cuando nos queramos dar cuenta, ya no habrá marcha atrás.
Por eso, me gustaría que no volviéramos a la normalidad, que no cayéramos en el fatalismo de que no se puede hacer nada, de que ya está todo decidido. Puede que así sea, pero me resisto a ello. Y una vida distinta, una vida que garantice nuestra supervivencia de verdad, que ponga por delante el bienestar de las personas y el cuidado mutuo a la acumulación de capital, que apueste por la Naturaleza y no la destrucción de ésta, no tiene por qué ser peor que la normalidad que vivíamos antes del confinamiento. Quiero salir de casa, no voy a negarlo, como todo el mundo, y ver al resto de mi familia y a mis amigos, pero no quiero que el coste de mi libertad, de todas nuestras libertades, se salden con una condena mucho mayor a corto o medio plazo. Tendrán que cambiar muchas cosas, eso sí: nuestra relación con el medio ambiente, con el consumo, con las comunicaciones... Y quizás tengamos miedo, pero espero y deseo no volver a la normalidad.
Carlos Candel
(Comunidades cristianas populares de base . Granada)

Un 1r de Maig especial


Un 1º de Mayo extraordinariamente marcado por la crisis de la COVID-19 y sus graves consecuencias socioeconómicas

por Comunicación ITD
Un eje de prioridades de trabajo de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) es la celebración de la fiesta de san José obrero y día internacional de los trabajadores y las trabajadoras, el 1º de Mayo, que sus entidades promotoras abordan conjuntamente por tercer año consecutivo.
ITD presenta un manifiesto que recoge la situación del trabajo en España. Será presentado el próximo lunes 26 de abril a las 11 horas aquí, en su página web y en su perfil de Twitter (@IglesiaxTD), junto a la una nota de prensa que se remitirá a los medios de comunicación social.
La centralidad de la persona y la clave del trabajo
En la convocatoria de este año del Gran Confinamiento, provocado por la pandemia de la COVID-19, ITD incorpora a su manifiesto una realidad muchas veces silenciada como es el trabajo escasamente valorado de trabajadores que pese a sus condiciones laborales débiles y precarias, son esenciales para el cuidado de la vida y es tarea de la sociedad entera la preocupación por el trabajo digno», dice el papa Francisco. Junto a esta realidad, el manifiesto incorpora una serie de reclamaciones para dar respuesta a la gravedad de esta crisis socioeconómica, desde la centralidad de la persona y la clave esencial del trabajo decente.
Campaña en redes sociales; balcones y ventanas, como lugar de expresión
Con la publicación del manifiesto se lanzará una campaña en las redes sociales. Acción abierta a quienes quieran conversar sobre él. El 26 de abril se lanzará una etiqueta (hashtag) para compartir los contenidos del manifiesto desde la cuenta de ITD en Twitter y desde los perfiles de las entidades promotoras. A diferencia de otros años, las convocatorias de este Primero de Mayo tiene un carácter extraordinario, por motivos de confinamiento y distanciamiento social necesario en este tiempo, que no nos mantendrá invisibilizados, lo haremos a través de las redes sociales y del "nuevo" espacio público: nuestros balcones y ventanas.

dijous, 16 d’abril del 2020

Testimoni obrer davant el coronavirus

Helena Cabo (@Lena_Casa) | Twitter

Una militant d'ACO, Helena Cabo, dóna el seu testimoni com a fisioterapeuta en aquest temps de coronavirus. Moltes gràcies!!!

Cliqueu
Video


"Tinc un pacient que sempre m'agafa la mà. Estar sol, ha de ser dur"

Helena Cabo, fisioterapeuta a l'UCI de l'Hospital de Bellvitge

No havia treballat a l'UCI fins ara, però per la seva formació en fisioteràpia cardiorespiratòria la necessiten per tractar als pacients de la Covid-19 a l'Hospital de Bellvitge. L'hospitalenca Helena Cabo ens explica  la seva experiència amb els malalts de coronavirus i com és el seu dia a dia.
“La intensitat és el que descriu el nostre dia a dia. Quan un pacient marxa d'alta de l'UCI és una festa” explica l'Helena “el personal aplaudeix i canta, com també el pacient”.
Recorda amb emoció com té un pacient que sempre li dóna la mà. “El fet d'estar sol a l'habitació, ha de ser dur”.
En el vídeo, l'Helena mostra com ha de beure aigua amb l'EPI, l'equip de protecció individual. Reconeix que és una de les coses més incòmodes perquè ha d'estar prop de tres hores amb ell i ja quan se'l posen, comencen a suar.
Se sent agraïda per l'aplaudiment de la població tot i que no se sent una heroïna perquè diu que ella fa la seva feina. Això sí, és contundent amb la classe política: “Unes gràcies dels polítics no em serveix” i l'Helena afirma que mai haurien d'haver-se fet retallades a la sanitat i ara "ho estem pagant”. Aquest és el testimoni directe de l'Helena.

Font: LHDigital

Reflexió davant el coronavirus

Diario del Confinamiento | El Metadiario | CORDÓPOLIS, el Diario ...

DESDE EL CONFINAMIENTO

Pepa TorresTras estar unos días en casa de mi padre acompañándole en esta crisis, ya de vuelta en mi barrio me impresiona la soledad de las calles transitadas únicamente por las patrullas de policía. La policialización de Lavapiés no es ninguna novedad, es cierto, pero sí lo es el control policial en calles y plazas desérticas. Hace días leí un artículo de Byung-Chul Han en el que planteaba cómo la crisis del coronavirus estaba sirviendo también de experimentación de nuevas formas de control social legitimadas por el miedo, y que posiblemente de esta crisis saliéramos como sociedades más represivas.
Estoy atravesada de presente, me cuesta imaginar el futuro, pero desde luego junto al dolor y la impotencia de la que estamos siendo contemporáneos y contemporáneas estamos siendo también testigos privilegiados de inmensas generosidades y dinamismos creativos que se están generando en cientos de grupos de cuidados empeñado en poner en el centro el sostén mutuo, la vida y la alegría. 
Me pregunto también si podremos mantenerlos en el tiempo o si cuando pase lo más duro volveremos a “lo de siempre”, a la cultura del sálvese quien pueda y el individualismo. Quiero creer que no. Hemos tocado el límite de tal manera y aprendido de golpe que somos inmensamente inter y ecodepedientes que creo que la huella de lo que estamos viviendo permanecerá imborrable en muchos de nosotros y nosotras. Hemos aprendido que dolor de las familias que entierran a sus muertos en Guayaquil es de la misma categoría que el nuestro, que el hambre de las familias de Camerún y Senegal no nos puede ser ajeno, que la exclusión sanitaria o el colapso no son accidentales ni en Estados Unidos, ni en Francia, ni en Argentina ni en España, sino que son fruto de las mismas políticas neoliberales, sus privatizaciones y desmantelamiento de lo público. Hemos aprendido que no podemos seguir produciendo ni consumiendo desde la lógica del hipercrecimiento, violentando los ciclos de la naturaleza porque revienta y se convierte en enemiga. Hemos aprendido que necesitamos decirnos te quiero¿cómo estás?cuídate… muchas veces al día; que el humor, la belleza, la poesía, la música, los símbolos, los gestos de cercanía y vecindad entre balcones y ventanas son imprescindibles para atravesar la vida en tiempos hostiles. Hemos aprendido que las personas mayores son un tesoro para nuestras sociedades, que su sabiduría y la dignidad de sus vidas no puede ser mercantilizable.
Hemos aprendido que más que instalarnos en la queja o atrincherarnos en el miedo, la projimidad siempre nos salva y nos hace más fuertes. Hemos aprendido que los trabajos más invisible y peor pagados, como son el trabajo doméstico y de cuidados son esenciales para la vida y por ello es de justicia reconocer la dignidad y el valor de aquellas que dejan de cuidar a sus familias, en sus países de origen, para cuidar las nuestras y no parar hasta que se reconozcan sus derechos laborales y sociales y se regularice la situación de todas las personas sin papeles.
Hemos aprendido que el misterio que los y las creyentes llamamos Dios no es milagrero, ni castigador, ni interviene directamente en la historia, ni para causar el mal ni para evitarlo, sino que es aliento de vida, manantial de resiliencia, que sostiene, inspira, moviliza a la solidaridad y la creatividad. Un Dios, reciclador, dynamis, que nos empuja a rebuscar hasta encontrar entre las cenizas del sufrimiento, la esperanza. Un Misterio de amor que no se identifica con los discursos sino con los gestos y las acciones y que no distingue entre creyentes ni ateos, sino que es experto en periferias y en humanidad más que en moralidades. Un Dios Ruah alentadora, que nos mueve a salir de nuestros propio miedos e intereses y que nos hace experimentar que sólo en la projimidad y en el asombroso poder de los encuentros y los abrazos podemos ser plenamente humanos y humanas y participar del misterio de su divinidad. Un Dios todo-cuidadoso, que nos habita y sostiene en toda circunstancia y que la caña cascada no quebrará ni el pábilo vacilante apagará (Mt 12,20).

dimarts, 14 d’abril del 2020

Una carta popular del bisbe de Roma Francesc

TEXTO: Discurso del Papa en el encuentro con los movimientos ...
TEXTO COMPLETO DE LA CARTA DEL PAPA FRANCISCO

A los hermanos y hermanas de los movimientos y organizaciones populares

Queridos amigos

Con frecuencia recuerdo nuestros encuentros: dos en el Vaticano y uno en Santa Cruz de la Sierra y les confieso que esta "memoria'' me hace bien, me acerca a ·ustedes, me hace repensar en tantos diálogos durante esos encuentros y en tantas ilusiones que nacieron y crecieron allí y muchos de ellas se hicieron realidad. Ahora, en medio de esta pandemia, los vuelvo a recordar de modo especial y quiero estarles cerca.

En estos días de tanta angustia y dificultad, muchos se han referido a la pandemia que sufrimos con metáforas bélicas. Si la lucha contra el COVID es una guerra, ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras. Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo. Ustedes son para mí, como les dije en nuestros encuentros, verdaderos poetas sociales, que desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos.

Sé que muchas veces no se los reconoce como es debido porque para este sistema son verdaderamente invisibles. A las periferias no llegan las soluciones del mercado y escasea la presencia protectora del Estado. Tampoco ustedes tienen los recursos para realizar su función. Se los mira con desconfianza por superar la mera filantropía a través la organización comunitaria o reclamar por sus derechos en vez de quedarse resignados esperando a ver si cae alguna migaja de los que detentan el poder económico. Muchas veces mastican bronca e impotencia al ver las desigualdades que persisten incluso en momentos donde se acaban todas las excusas para sostener privilegios. Sin embargo, no se encierran en la queja: se arremangan y siguen trabajando por sus familias, por sus barrios, por el bien común. Esta actitud de Ustedes me ayuda, cuestiona y enseña mucho.

Pienso en las personas, sobre todo mujeres, que multiplican el pan en los comedores comunitarios cocinando con dos cebollas y un paquete de arroz un delicioso guiso para cientos de niños, pienso en los enfermos, pienso en los ancianos. Nunca aparecen en los grandes medios. Tampoco los campesinos y agricultores familiares que siguen labrando para producir alimentos sanos sin destruir la naturaleza, sin acapararlos ni especular con la necesidad del pueblo. Quiero que sepan que nuestro Padre Celestial los mira, los valora, los reconoce y fortalece en su opción.

Qué difícil es quedarse en casa para aquel que vive en una pequeña vivienda precaria o que directamente carece de un techo. Qué difícil es para los migrantes, las personas privadas de libertad o para aquellos que realizan un proceso de sanación por adicciones. Ustedes están ahí, poniendo el cuerpo junto a ellos, para hacer las cosas menos difíciles, menos dolorosas. Los felicito y agradezco de corazón. Espero que los gobiernos comprendan que los paradigmas tecnocráticos (sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos) no son suficientes para abordar esta crisis ni los otros grandes problemas de la humanidad. Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir.

Sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización. No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias. A pesar de ello, siempre tienen que sufrir sus perjuicios. Los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente. Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los proteja. Los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los constructores, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado. Ustedes, trabajadores informales, independientes o de la economía popular, no tienen un salario estable para resistir este momento ... y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos.

También quisiera invitarlos a pensar en "el después" porque esta tormenta va a terminar y sus graves consecuencias ya se sienten. Ustedes no son unos improvisados, tiene la cultura, la metodología pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio. Quiero que pensemos en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos, centrado en el protagonismo de los Pueblos en toda su diversidad y el acceso universal a esas tres T que ustedes defienden: tierra, techo y trabajo. Espero que este momento de peligro nos saque del piloto automático, sacuda nuestras conciencias dormidas y permita una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro. Nuestra civilización, tan competitiva e individualista, con sus ritmos frenéticos de producción y consumo, sus lujos excesivos y ganancias desmedidas para pocos, necesita bajar un cambio, repensarse, regenerarse. Ustedes son constructores indispensables de ese cambio impostergable; es más, ustedes poseen una voz autorizada para testimoniar que esto es posible. Ustedes saben de crisis y privaciones... que con pudor, dignidad, compromiso, esfuerzo y solidaridad logran transformar en promesa de vida para sus familias y comunidades.

Sigan con su lucha y cuídense como hermanos. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los bendiga, los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles esa fuerza que nos mantiene en pie y no defrauda: la esperanza. Por favor, recen por mí que también lo necesito.

Fraternalmente, Ciudad del Vaticano, 12 de abril de 2020, Domingo de Pascua

dissabte, 4 d’abril del 2020

La HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) ante las consecuencias del coronavirus

URGEN LA SOLIDARIDAD Y LA COMUNIÓN


Nota de prensa Comisión Permanente HOAC 



La situación provocada por el COVID-19, que estamos viviendo, con sus dramáticas consecuencias para todos, ha puesto de manifiesto que la única salida posible es la comunión, la solidaridad. Esta práctica, que Jesucristo nos enseñó con su vida crucificada, es asumida por muchas personas, sean creyentes, o no. Así, cada día podemos celebrar con gozo multitud de testimonios de personas que ponen vida y capacidades al servicio de quienes lo necesitan; también hemos visto cómo la política en gran medida ha sido capaz de humanizarse y ponerse al servicio de las necesidades de las personas y del bien común.

Junto al drama de la enfermedad y la muerte, a la HOAC, como Iglesia presente en medio de las condiciones de vida del mundo obrero y del trabajo, también nos preocupa la dimensión social y económica de esta crisis, y no vemos que la comunión - solidaridad sea la respuesta que se está dando. Valoramos positivamente las medidas del gobierno dirigidas a proteger a empresas, autónomos y trabajadores, pero estimamos que están muy lejos aún de lo que es necesario.

Por ello nos parece una necesidad urgente:

Poner a disposición de las pequeñas y medianas empresas, y trabajadores autónomos el dinero y las exenciones fiscales necesarias para el sostenimiento y relanzamiento de sus empresas, sin que ello suponga ninguna hipoteca ni endeudamientos futuros.

Garantizar los recursos económicos necesarios a todas las personas y familias que se han visto privadas de su trabajo, incluyendo en la solidaridad a los trabajadores y trabajadoras que han sido excluidos de la economía formal. Estas personas si trabajan, cobran, si no trabajan, no cobran: La persona que limpia casas sin contrato, la que vende productos de su huerta de puerta en puerta, la que recoge chatarra, la que hace alguna chapuza de vez en cuando… Estas personas no van a ser incluidas en ningún ERTE ni van a cobrar ninguna prestación de desempleo, pero también son personas trabajadoras que tienen que seguir viviendo. Todo ello hace imprescindible la existencia de una Renta Básica que llegue a todas las personas y familias, y prioritariamente, a estas, que lo necesitan.

Establecer un mecanismo compensatorio para las personas y familias que no puedan pagar hipotecas o alquileres. Ya tenemos experiencia de lo que suponen los desahucios y no deberíamos repetir prácticas que atentan contra la dignidad humana.

Junto a estas medidas de carácter urgente, es imprescindible abordar dos líneas de trabajo para reorientar nuestra sociedad y nuestra economía después de la crisis, y prepararnos para futuras situaciones como esta o parecidas:

Revertir un conjunto de políticas públicas cuya inoperancia ha quedado de manifiesto, para que se centren en el cuidado de la vida. Entre otras señalamos: La atención a la dependencia, incluidas las residencias de mayores. La política sanitaria, que ha sufrido especialmente recortes que han desmantelado a centros de salud y hospitales privándolos de medios técnicos y personal necesarios y ha sumido en grandes estrecheces a la asistencia primaria y la prevención. Los Servicios Sociales Comunitarios, sin recursos para responder a la demanda de la pobreza y la exclusión y sin profesionales que los puedan atender. La política de vivienda, que ha echado una losa insoportable sobre muchas familias. Las políticas de Rentas Mínimas y de lucha contra la exclusión, que parecen diseñadas más como propaganda que como caminos de integración real y la política laboral y de empleo, cuya inoperancia es ya un clamor.

Revisar el papel de la banca privada y el papel del Banco Central Europeo y del Banco de España. Es un contrasentido que le demos a la banca privada el dinero de todos a interés cero, para que la banca lo preste a empresas y personas a un interés cuatro o cinco puntos mayor. Los Estados necesitan una fuente de financiación que no sea una condena, y esto solo puede hacerlo una Banca Pública o legislando que los Bancos Centrales asuman esta función.

Nos unimos al papa Francisco que expresó en la Audiencia General del día de ayer que nuestras sociedades necesitan que difundamos más allá de las emergencias, como la de ahora, esa cultura de la solidaridad, del cuidado y de la acogida, contribuyendo a crear un mundo cada vez más humano.

Seguimos invitando a todas y todos a expresar de manera concreta la solidaridad con quienes más sufren las consecuencias de esta situación, a activar nuestra misericordia compasiva que se traduzca en gestos samaritanos con los más necesitados, y a seguir poniendo nuestra confianza en el Dios de la Vida.

COMISIÓN PERMANENTE DE LA HOAC
Madrid, 26 de marzo de 2020