«Mamá, ¿quién era Arcadi?»
escrito por Sonia Herrera Sánchez -7 Abril
2021356
«Mamá, ¿quién era Arcadi?». Algún día, tal vez dentro de unos cuantos años, surgirá esta pregunta en medio de alguna conversación… La crisis ecológica y social quizás se habrán agravado y seguramente nos estaremos preguntando qué nos diría Arcadi Oliveres, que nos alentaría a hacer, qué entramados de poder y desigualdad deconstruiría, qué caminos iluminaría en la oscuridad…
Los adultos allí presentes, ya observando los 40 probablemente por el retrovisor, nos miraremos cómplices con una sonrisa, porque somos de aquella generación afortunada que lo tuvo de profesor en la universidad o, simplemente, en la vida, como referente indispensable de nuestro activismo social y político. Somos de la generación que lo escuchó en tantas y tantas charlas a lo largo del territorio hablando sobre este sistema que es como un kraken colosal que todo lo devora: le escuchamos hablar de decrecimiento, de banca ética, de patentes y farmacéuticas, de antimilitarismo, de la deuda externa, del Norte depredador y el expolio de las transnacionales en el Sur, de objeción fiscal, de democracia y de movimientos sociales…
Nos miraremos satisfechos por el privilegio de haber aprendido de personas como Arcadi, con su ejemplo de coherencia entre reflexión y acción, que la esperanza se construye día a día y se pasa de mano en mano como una antorcha encendida en la llama de la utopía. Sentiremos el peso de la responsabilidad de ser relevo, discípulos -quizás indignos- de aquellos maestros y maestras que como él pusieron el cuerpo y el nombre siempre al lado de quien sufre.
Recordaremos que Arcadi fue uno de aquellos hombres buenos que encarnaron un trabajo infatigable por la justicia global que brotaba de una profunda fe. Y así lo explicaba nítidamente el historiador Giaime Pala en Twitter el mismo día de su muerte: «El principio de esperanza, si está apoyado en una genuina base cristiana, es más robusto que el optimismo de la voluntad». Así lo puso de manifiesto Arcadi hasta el último momento: enseñando, escribiendo, respondiendo, acogiendo…
«Mamá, ¿quién era Arcadi?», me preguntarás
insistente. Y no me faltarán las palabras, sino que todas se amontonarán entre
el corazón y los labios, esperando ser pronunciadas. Te subiré en mi regazo y
quizás googlearé para enseñarte alguna foto de aquel profesor con barba y
rostro amable que se ofrecía para darte toda una clase, café mediante, porque
no habías podido asistir a su sesión por estar enferma. Y te contaré orgullosa
que me acompañó el día de la defensa de mi tesis, como Jaume Botey, que también
nos dejó hace algún tiempo. Y más allá de las anécdotas, te hablaré de
servicio, de gratuidad, de resiliencia, de ternura, de compromiso, de humildad,
de cuidado…, de que para Arcadi no había causas perdidas.
Te explicaremos entre todas las presentes por qué la palabra profética de Arcadi siempre fue acicate que nos hizo creer que era posible hacer caer este sistema capitalista, patriarcal y colonial desde la cultura de paz y transformarlo todo para hacer, para los que veníais detrás, un mundo más justo y habitable. Y, tal vez, acabaremos citándolo para decirte que «estamos obligados, pues, a no perder la esperanza, pero también hay que ser realistas y tener claro que este no perder la esperanza nos obliga a hacer muchos cambios y muchos trabajos inmediatos. (…) Solo falta voluntad. Voluntad generalizada y voluntad individual para combatir el egoísmo y caminar hacia una dignidad global» (Paraules d’Arcadi, Angle Editorial, 2021).
Quizás entonces, hijo, entenderás que la
muerte no se llevó a Arcadi, que lo llevamos dentro y que nos enseñó que nunca
está tan oscuro como justo antes de que salga el sol.