dimarts, 4 de març del 2025

Una exposició de molts rostres obrers

 


(Mercè Solé) Aquest matí (del 3 de març de 2025), al Seminari de Barcelona, hem inaugurat (que solemne sona!) una exposició itinerant: “Rostres i reptes del món obrer avui”. Es tracta de 22 panells que a través de cites del pensament social de l’Església, de testimonis i d’imatges fotogràfiques ens proposen un itinerari per la vida del treball, del barri, de les lluites per justícia social, d’una Església profètica i esperançada.

L’exposició va néixer en el si del Departament de Treball de la Conferència Episcopal Espanyola, amb una àmplia participació dels bisbats de Catalunya, com a celebració del XXX aniversari del Document La Pastoral Obrera de tota l’Església. I es va presentar a les XXX Jornades de Pastoral del Treball a Àvila el novembre passat.

La versió catalana ha viatjat ja per Menorca i ara està instal·lada al claustre central del Seminari de Barcelona. Hem tingut el privilegi de fer-ne una presentació comptant amb Salvador Bacardit, rector del Seminari de Barcelona, Joan Torra, rector de l’Ateneu Universitari Sant Pacià, del bisbe Xabier Gómez, que s’estrenava en el seu acompanyament a la pastoral obrera, i de servidora, com a directora del Secretariat Interdiocesà de Pastoral Obrera de Catalunya. Hem trobat a faltar, i molt, el bisbe Sergi Gordo, que fins ara ha format part activa de la Pastoral Obrera. Una inoportuna malaltia -res greu, desitgem- li ha impedit venir. El bisbe Sergi sempre ha estat suport de tots plegats, s’ha pres la seva tasca amb molt d’interès i ha batallat en la “selva episcopal de la CEE” (perdoneu l’expressió) per defensar una opció que de vegades roman invisible o desvetlla poc interès malgrat la seva fidelitat a l’Evangeli i a la Doctrina Social de l’Església. 

L’exposició ha nascut amb vocació de frontissa. De frontissa entre les diverses sensibilitats eclesials. Hi ha encara qui dissocia l’espiritualitat de la vida quotidiana i comunitària. La pastoral obrera, com tants d’altres accents eclesials, busca Déu a la feina, a la vida, al barri, en l’entorn més proper, i se sent cridada a ser testimoni de la seva fe, per tal que l’Evangeli de Jesús arribi als treballadors i als qui més pateixen. La Pastoral Obrera fa de la recerca de la justícia un dels seus objectius, i per tant té molt present la participació en la política (aquella “caritat política” de Pau VI), en els sindicats, en les entitats. Cal fe i discerniment per fer-ho perquè avui no és gens fàcil. Però per això la comunitat cristiana ofereix eines, tant a les parròquies com dins dels moviments com la JOC, l’ACO i la GOAC. I la pregària acompanya. No es tracta de fer activisme, sinó de fonamentar l’acció social en la vida de l’Esperit.

L’altra frontissa que l’exposició aspira a fer realitat és la de les entitats, la de la vida pública, la de l’atri. I per això mirarem que es pugui veure en centres públics, civils, d’entitats. És una manera d’explicar-nos i d’explicar als altres que l’Església es preocupa per la vida de la gent. 

I òbviament també té vocació de pretext per al diàleg. Posar l’exposició dona peu a parlar de la situació del món obrer i de l’Església, de forma plural i oberta.

Us convidem a venir a veure-la. Serà al Seminari de Barcelona del 3 al 14 de març. Després anirà rodant per diversos espais de Catalunya. Si voleu que viatgi a la vostra parròquia o al vostre barri, només ens ho heu de dir: pastoral.obrera.cat@gmail.com. I amb molt de gust mirarem de fer calendari.


Font: Catalunya Religió


Altre mitjà que ha fet ressò de l'acte de presentació:

Agència Flama



El nostre germà Francesc

 


Massimo Recalcati

El magisterio del Papa Francisco

 

La Repubblica, 27 de febrero de 2025

El pontificado del Papa Francisco ha marcado, desde la elección de su nombre, una profunda ruptura en el lenguaje codificado de la Iglesia. Su voz nunca ha sido la de un soberano que guía a su pueblo con mano firme o que defiende con pericia teológica la autoridad incontrovertible de los dogmas, sino la de un pastor que se ensucia las manos, que se inclina sobre la miseria humana sin sostener nunca el palo inhumano de la condena. Francisco no es el papa de la Ley y su miedo, sino el papa de la gracia y de la salvación inmerecida que ella hace posible. Por estas razones, en su pontificado, la palabra clave es la palabra "misericordia". Es el mensaje más radical de Jesús quien, citando al profeta Oseas, dice: «Misericordia quiero, no sacrificio» (Mt 9,13). Obviamente, no se trata de una simple exhortación moral, sino de un corte subversivo en el entramado simbólico de la Ley. El perdón y el amor, a los que se refiere la figura de la misericordia, rompen drásticamente con el único carácter vengativo y represivo de la Ley para abrir el espacio inédito de una nueva posibilidad. El pecado, en esta perspectiva, no es una mancha indeleble, sino una condición humana que puede ser atravesada, comprendida y plenamente aceptada. Es el pecado de Pedro que niega, de Tomás que duda, de Saulo que persigue. Es un pecado que siempre se puede convertir en un nuevo comienzo. Es el agua pútrida que en las bodas de Caná se convierte en vino sublime. Es el paralítico que se levanta después de haber estado su vida estancada sin esperanza durante años. En este sentido, la Ley de la que Francisco es testigo nunca coincide con la aplicación normativa de sus preceptos, sino que, para decirlo con Levinas, ella se encarna en el rostro del Otro, en la llamada incondicional a la fraternidad que este rostro trae consigo. El Dios de Francisco no es el juez implacable que inspira miedo, ni la impersonalidad metafísica de una Ley despiadada, sino el Padre que «hace salir su sol sobre justos e injustos» (Mt 5, 45). En este sentido, la misericordia es el remanente irreductible de la Ley, su "semilla santa", como diría Isaías, es decir, lo que escapa a la lógica del cálculo y del mérito, lo que supera el mecanismo legalista de la remuneración simétrica. Como enseña la parábola evangélica del Buen Samaritano, la fe no es la adhesión a un dogma, sino la curación de la herida. Es la imagen de la Iglesia como "hospital de campaña" propuesta por Francisco. Pero también es la imagen de estos días de su propio cuerpo enfermo, constantemente debatiéndose entre la vida y la muerte. Sin embargo, también es su estilo de hablar, su forma oblicua y renqueante de moverse en el espacio, sus gestos fraternales, su alegre sentido del humor. Francisco es un Papa que sabe tocar, abrazar, sonreír, mostrar su fragilidad sin reservas. Es, evangélicamente, el pequeño  que se hace grande, no contra el pequeño, sino precisamente porque es pequeño, como le sucede al grano de mostaza evocado por Jesús que genera un árbol frondoso en el que pueden posarse también los pájaros. Así que incluso su propio cuerpo enfermo que vemos en estos días en el centro de atención se ha convertido en un teatro de vecindad y cercanía. Si el poder de la Iglesia siempre ha tenido la tentación de atrincherarse detrás de los muros de la separación, él ha elegido desde el comienzo de su pontificado derribar esos muros. Esto es lo que ha convertido a Francisco en una figura tanto querida como controvertida. Porque la misericordia, cuando es testimonio activo, socava ante todo la estructura esteril del poder. Los que invocan la pureza de la doctrina, los que defienden la rigidez de las reglas sin comprender del sentido profundo de la Ley, los que querrían una Iglesia fundada en la rígida distinción entre lo justo y lo injusto, sólo pueden percibir a este Papa como una verdadera perturbación. No es el pontífice el que tranquiliza, sino el que cuestiona, no es el guardián de la ortodoxia sino de la apertura del diálogo, no es el que fomenta las políticas de exclusión sino quien ha hecho de la inclusión un programa, no es el guardián del carácter infalible de la Ley, sino su encarnación testimonial. En el Evangelio, Jesús se inclina sobre los pecadores, come y bebe con los recaudadores de impuestos, sana en sábado, escandaliza a los que piensan bien, frecuenta prostitutas, se queda con los pobres y los desheredados. Su existencia es estática, dinámica, imposible de remontar a la estática inerte de la dogmática religiosa. Jesús es una transgresión continua, un excedente, un deseo que no teme, sino que ama el esplendor y la atrocidad de la vida. Es el mismo extasis -el mismo excedente- que encontramos en Francisco. Nunca es la obediencia a los preceptos de la Ley lo que salva al ser humano sino el reconocimiento de que en el extraño y en el enemigo, es decir, en el Otro que nunca está a nuestra disposición, siempre hay un hermano. En un momento en el que el discurso religioso corre el riesgo de convertirse en un delirio de identidad, en el que la fe se convierte en ideología, sembrando muerte, guerra y destrucción, el Papa de la misericordia recuerda que el corazón del cristianismo no es la defensa de una fortaleza vacía, sino el movimiento extático de salir de sí mismo, de vivir el vértigo del encuentro, el duro impacto con la alteridad del Otro. Este es el verdadero escándalo: un Papa que rechaza revestirse con el uniforme  de juez despiadado, poniendose  mas bien las ropas del nuestro prójimo, de los que verdaderamente sufren a nuestro lado.