dimarts, 1 d’abril del 2014

Testimoni d'un jesuïta



 
El jesuita que planta cara a los bancos.
 Entrevista a Gaël Giraud

Sin Permiso, 30/03/14
El economista Gaël Giraud, autor de Illusion financière [La ilusión financiera, Sal Terrae, 2014] denuncia la colusión entre bancos y altas finanzas públicas y propone un punto de vista comprometido sobre la crisis. Lo entrevista para el semanario francés Marianne el periodista Bertrand Rothé.
Los católicos aglutinan decididamente sensibilidades bien diferentes. Están quienes se manifiestan contra el matrimonio homosexual, y luego hay otros. Y entre estos últimos, hay quien le plantea problemas a este gobierno social-liberal. Se llama Gaël Giraud. Una cabeza bien puesta: [Escuela] Normal Superior, tesis en la [Escuela] Politécnica, un economista ya reconocido. Un yerno perfecto, salvo por el hecho de haberse ordenado y ser hoy jesuita.

Marianne – No es usted precisamente lo que se dice un neoliberal. Desea usted una reforma el euro y un compromiso por parte de Europa a favor de un proteccionismo ecológico y social…¿Lo confirma usted?

Gaël Giraud – Exacto…Añadiría la necesaria reglamentación de los mercados financiero, que apenas si hemos empezado después de 2008. Todo lo cual, en mi opinión, debe ponerse al servicio del verdadero proyecto de sociedad que constituye la transición energética.
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¿Se puede afirmar que el poder de los bancos es más importante que el mundo político hoy en día? 

El presupuesto del BNP Paribas es superior al PIB francés (en bruto, 2 billones de euros). La carrera hacia el gigantismo otorga a estos bancos un considerable poder de chantaje, pues Francia tiene aun menos medios para absorber la quiebra de un monstruo como éste que el proyecto europeo de unión bancaria, y si ve la luz, no permitirá salvar nuestros megabancos en caso de peligro. Los bancos intentan, por tanto, neutralizar las iniciativas reguladoras haciendo valer que todo lo que perjudica sus intereses inmediatos les debilita y que, si mueren ellos, moriremos todos con ellos. Las reglas prudenciales de Basilea III, por ejemplo, se han ido volviendo poco a poco inofensivas por las enmiendas que los bancos lograron arrancarle al comité de Basilea.
Otro ejemplo: en enero de 2012, cuando se hubo de reestructurar finalmente la deuda pública griega, había cuatro negociadores en la mesa de Atenas: Merkel, Sarkozy y dos patrones, Pébereau por el BNP Paribas y Ackermann por el Deutsche Bank. La razón inmediata de la presencia de estos banqueros, discutiendo de igual a igual con jefes de Estado y de gobierno del género de los de Grecia, está clara: los principales tenedores  de deuda pública griega no eran otros que bancos franceses y alemanes. Y en lo esencial ha sido para salvar a nuestros bancos por lo que hemos destruido la sociedad griega. Confiar tal poder de negociación a los banqueros dice mucho sobre el estado de la democracia en Europe: ¿se imagina usted a J.P. Morgan ajustando los detalles del Tratado de Versalles?

En el marco de su trabajo y sus luchas, ¿qué poder le da su condición de jesuita? 

Para empezar, comparto con mis compañeros la misma sopa a la hora de la cena, y lo que pienso, por otro lado, del sector bancario. Esto permite pensar libremente. Luego, la vida del compartir comunitario es una experiencia esencial de bienes comunes, en el sentido de la economista Elinor Ostrom: hoy en día, nuestras sociedades redescubren los bienes comunes vía Vélib’, Vélo’v, [sistemas públicos de alquiler de bicicletas] la conducción compartida, la economía de funcionalidad, etc., y este aprendizaje me parece decisivo para la transición energética. Induce a una transformación radical de nuestra relación con la propiedad privada. Pues bien, ¡la vida religiosa occidental practica todo esto desde hace por lo menos quince siglos!
¿Mantiene usted contactos frecuentes como políticos de izquierda? 
Me veo lo mismo con políticos de izquierda que de derecha. Lo que me sorprende es la carencia de proyecto en el seno del ala strauss-kahniana del Partido Socialista. Este partido ni siquiera se atreve hoy en día a autorizar el menor debate en su seno, por miedo a debilitar al gobierno. En cuanto a las principales decisiones tomadas por este último en materia económica: firma del TSCG [Tratado sobre Estabilidad, Coordinación y Gobernación], mantenimiento de la austeridad presupuestaria mientras que la experiencia europea muestra que hace aumentar el ratio deuda/PIB ; políticas de oferta que no reducirán el paro masivo y amenazan todas con zambullirnos en la deflación con el conjunto del sur de Europa.
Por eso es por lo que una iniciativa como la creación del partido Nouvelle Donne,[3] que ya tiene un representante e la Asamblea Nacional, me parece extremadamente prometedora. Es vital que el debate en economía política pueda renacer en Europa y que reaprendamos a «pensar fuera del marco». En España la incapacidad de los «indignados» de formular una alternativa articulada al empeño de demolición del Estado del Bienestar en beneficio de los bancos puesto en práctica por Rajoy ha terminado por agotar al movimiento. Estoy convencido de que la transición energética es la vía de salida por lo alto de la trampa deflacionista en la que encierran al continente la austeridad presupuestaria y los excedentes de la deuda privada (y no pública). Lo que nos hace falta es creatividad social y política con el fin de emprender esta transición juntos.

¿Cómo reacciona su jerarquía jesuita respecto a sus posturas?

Mis superiores consideran que participar en el debate público forma parte de mi trabajo de director de investigación en el CNRS [Centro Nacional de la Recherche Scientifique, el mayor centro público de investigación francés]. El vaivén entre la investigación y la arena pública es fecundo, lo mismo para el mundo académico que para la democracia.

Tengo mis dudas. Hay con todo muchos conservadores dentro de la Iglesia…
 
Nuestra Iglesia posee una burocracia que, como todas las burocracias (el imperio chino, Bercy, los grandes del CAC 40 [índice de referencia de la Bolsa francesa...) puede verse tentada a hacer pasar el perpetuarse en su ser por delante de su propia misión evangélica. Este «conservadurismo» no debe sorprender, por lo menos desde  Max Weber. El Papa Francisco ha emprendido una reforma del Vaticano encaminada a una mayor trransparencia y colegialidad, y cuando observo el baile de informes entre servicios ministeriales o las guerras que libran las baronías en el seno de las grandes multinacionales, me pregunto dónde están los verdaderos conservadores.

¿De qué otros temas se ocupa? 

De otros dos, por lo menos. El año pasado formé parte del comité de expertos para el debate nacional sobre la transición ecológica. Este comité ha llevado a cabo una labor formidable: se han evaluado y propuesto al gobierno cuatro grandes agrupaciones de hipótesis de transición en el caso de Francia. Se han sugerido soluciones innovadoras de finaciación que no incrementen la deuda pública francesa. Desde luego, hace falta continuar la labor para apreciar lo factible de estas hipótesis y de esas soluciones de financiación. Al gobierno le atañe aprovechar esas hojas de ruta, orquestar un verdadero debate democrático sobre las opciones de sociedad que implican e impulsar la transición. Seguramente sería necesario un poco de optimismo sansimoniano. Tenemos, sobre todo, que librarnos de este cuento de hadas según el cual los mercados financieros desregulados son eficaces y harán frente en nuestro lugar al desafío clima-energía. La ley de programación sobre la transición, prevista para el verano próximo, y el congreso de París para 2015 podrían ser etapas decisivas en este sentido.

¿Y el segundo?

El tratado de libre comercio en curso de negociación entre la Unión Europea y los Estados Unidos. Aparte de algunos periódicos, esta negociación no interesa mucho a los periodistas. Ahora bien, este tratado puede convertirse en una verdadera bomba: una de sus clausulas podría autorizar a las multinacionales a demandar a un Estado si éste llega a aprobar una ley que perjudique a los intereses de la empresa. Por ejemplo, una empresa que hubiera invertido en Francia y que se creyera perjudicada por la revalorización del SMIC [salario mínimo interprofesional] podría obligar al Estado a pagar miles de millones de indemnización. Supondría una especie de revocación del Tratado de Westfalia (1648) que rige el Estado nacional occidental. Es urgente que aparezca este tema en el debate público francés: las negociaciones están lejos de haber terminado; todavía es todo posible.

¿Cómo se explica usted que el FN no se haya apoderado todavía de la cuestión ?

El FN no hace más que saquear las tesis de ciertos pensadores heterodoxos: Jacques Sapir, Frédéric Lordon, François Ruffin… Como estos últimos no se han pronunciado todavía sobre este nuevo tema, el FN todavía no puede engullir esta idea, pero no se haga usted cruces: ¡tal vez lo haga después de leer esta entrevista!

Notas
[1] «Pour une réforme bancaire plus ambitieuse: vous avez dit Liikanen ? Chiche !», fundación Terra Nova. www.tnova.fr
[2] Mon amie, c’est la finance!, Adrien de Tricornot, Mathias Thépot, Franck Dedieu, Bayard, 2014.
[3] Nouvelle Donne, cuyo nombre evoca el New Deal de Roosevelt, es una reciente formación política francesa creada en noviembre de 2013, en la que se reunen exmilitantes del Partido Socialista, de los Verdes y del Frente de Izquierda, amén de gaullistas sociales y figuras intelectuales reconocidas, con un programa económico de cariz keynesiano. Entre sus miembros se cuentan teóricas y activistas como Susan George o el sociólogo Edgar Morin. Cuenta con una representante en la Asamblea Nacional, Isabelle Attard (que proviene de los Verdes), por una circunscripción de Calvados, y dos diputadas en el Parlamento Europeo, Malika Benarab-Attou y Françoise Castex.
Gaël Giraud (1970), director de investigación en el CNRS y miembro de la Compañía de Jesús, es diplomado de la Escuela Normal Superior y de la Escuela Nacional de Estadística y Administración Económica, y doctor en matemáticas aplicadas por la Escuela Politécnica. Miembro del Centro de Economía de La Sorbona y de la Escuela de Economía de París y profesor asociado en la ESCP-Europe, pertenece al consejo científico del Laboratorio sobre la regulación financiera y del observatorio europeo Finance Watch. Enseña además en el Centre Sèvres, de los jesuitas, y es miembro del consejo científico de la Fundación Nicolas Hulot para la naturaleza y el hombre. En 2009 fue seleccionado para el premio al mejor economista que convoca Le Monde y el Círculo de Economistas de Francia.