Llamamiento para UNA PAZ DESARMADA Y DESARMANTE
en Gaza
El
Señor dijo a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». Respondió Caín: «No sé;
¿soy yo el guardián de mi hermano?». El Señor le replicó: «¿Qué has hecho?
La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo. (Gn, 4)
En este año Jubilar de la
Esperanza traemos a nuestras conciencias el llamado del Concilio Vaticano II,
que nos recuerda que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de
cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los
discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su
corazón. (…) La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del
género humano y de su historia.” (GS, 1)
En un mundo enfrentado, que
nos dibuja un mosaico de muerte con una “guerra
mundial a plazos” y que van adquiriendo estructuras más enraizadas de
permanencia en la violencia y el odio, donde el valor de la defensa de las
personas y de los pueblos como centro de la vida plena va perdiendo peso a
favor de intereses mercantilistas, del dinero y del poder, anhelamos una
sociedad atravesada por la convivencia, el respeto mutuo y la preservación de
los derechos inalienables, conquistados con mucho esfuerzo.
Hasta que no haya una paz
firme y duradera nuestro silencio no puede ser cómplice de tantas guerras
activas.
La realidad que estamos
viviendo clama a gritos el fin de todo enfrentamiento y el establecimiento de
la paz llena de justicia, en todos los territorios que sufren este flagelo de
la guerra, y especialmente en la querida tierra de Palestina, donde, en
palabras de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, la escalada militar
plantea condiciones de vida incompatibles con la supervivencia de la comunidad
palestina, especialmente de la población de Gaza.
En Gaza, las personas
mayores, menores y familias supervivientes están ya muriendo de hambre:
No queremos que Atila
recorra la franja de Gaza, no queremos ni bombas ni rehenes, queremos justicia
y paz para quienes viven en Israel y en Palestina, queremos el pleno respeto de
todos los derechos humanos en todas las tierras que pisó nuestro señor
Jesucristo y en todo el mundo. No podemos olvidarnos ni mirar para otro lado
cuando los hermanos y hermanas sufren y están muriendo a causa de las guerras.
Quedarnos indiferentes es
una incoherencia total con nuestro cristianismo.
Con el Papa León XIV,
decimos que la paz no es el silencio sepulcral después del conflicto, no es el
resultado de la opresión ni del exterminio, sino un don que mira a las personas
y reactiva su vida. Rezamos por esta paz, que es reconciliación, perdón,
valentía para pasar página y volver a comenzar en una relación de respeto y
convivencia.
Los pueblos quieren la paz:
No podemos olvidar que no
hay paz sin justicia y no hay justicia sin reparación, no solo física y de infraestructuras,
sino fundamentalmente de tantas personas dañadas en su cuerpo y en su espíritu.
Debemos implicarnos todo lo que podamos en este esfuerzo de reparación y de
exigencia de parar la guerra como condición primera e ineludible.
Para que esta paz se
difunda, junto con el Papa León XIV, apoyamos a la Santa Sede, que está a
disposición para que las personas enemigas se encuentren y se miren a los ojos,
para que a los pueblos se les devuelva la esperanza y se les restituya la
dignidad que merecen, la dignidad de la paz.
Con el corazón en la mano,
decimos a quienes dirigen los pueblos: ¡Encontrémonos, dialoguemos, negociemos!
La guerra nunca debe ser inevitable porque en ella nadie gana y todos perdemos;
las armas pueden y deben callar, porque no resuelven los problemas, sino que
los aumentan; porque pasarán a la historia quienes siembran la paz, no quienes
cosechan víctimas; porque las demás personas no son ante todo enemigas, sino
seres humanos: no son seres malos a quienes odiar, sino personas con quienes
hablar.
Para llegar a una situación
de “justicia, paz, verdad y fraternidad”, como viene reclamando el Papa León
XIV, se requiere, de manera urgente e inaplazable, terminar con el asedio a
la población, así como con el ataque a los hospitales, con los
bombardeos a la población civil, la destrucción sistemática de infraestructuras
y vecindarios, y la negación de asistencia humanitaria, lo que supone una
violación de los derechos humanos más básicos y del derecho internacional humanitario,
actos de ocupación equivalentes a una limpieza étnica.
Por eso, y por ser un
imperativo para la dignidad humana, reclamamos:
ü
Que
se respete el Derecho Internacional Humanitario
ü
Que
se permita la entrada de ayuda humanitaria sin restricciones,
ü
Que
se respete la defensa de la vida, especialmente de las personas más
vulnerables, infancia, enfermas, mujeres, y se libere a todas las personas
secuestradas
ü
Que
se abran corredores humanitarios para asistir a la población civil.
ü
Que
dirigentes de los Estados sigan imponiendo sanciones a los Acuerdos con quienes
no respetan el derecho internacional humanitario y cese el rearme, con un
embargo militar integral, en búsqueda de una paz “desarmada y desarmante”
ü
Que
se dé fin a la guerra en Gaza, y se inicie la reconstrucción de las
infraestructuras para una vida digna del propio pueblo palestino en su
territorio, hasta consolidar una Paz con Justicia y reparación
"¡En un mundo dividido
y herido por el odio y la guerra estamos llamados a sembrar la esperanza y
a construir la paz!". Con estas palabras de
nuestro Papa León XIV, hacemos un llamado a ser constructores de puentes de
tolerancia, de diálogo y de plena justicia, para toda persona y condición, para
todo pueblo y nación. Estamos llamados y convocados a ser artesanos de la paz,
convencidos de que es Dios quien mueve la historia, aunque a veces nos parezca
ausente o lejano.
Nuestra Señora de la Paz,
ruega por nosotros. Acudimos a ti para que esa paz que Dios nos ofrece en
Jesús, la recibamos, la conservamos y la llevemos al mundo. Ayúdanos para que
seamos artífices de la Paz. Que tu maternal auxilio nos haga valientes,
pacientes y eficaces para comprometernos a trabajar por la justicia, fundamento
de la paz que todos necesitamos.